Castillo de San Salvador de Curueño
Desde los albores de
la Reconquista, a finales del siglo VIII y principios del IX, el
reino asturiano construyó pequeñas fortalezas en todos los pasos de
la montaña leonesa para vigilancia y defensa ante un posible ataque
por el sur. Eran pequeños baluartes situados en los altozanos: Luna,
Gordón, Alba, Arbolio (en Barrio de la Tercia), Cervera (en
Vegacervera), Aviados, San Salvador, Montuerto, Peña Morquera (en
Valdepiélago), Mesmino (en Tolibia de Abajo) y distintos torreones
en Genicera, Lugueros, La Vecilla, Otero de Curueño, Boñar, Puebla
de Lillo, complementados con monasterios que ayudaban a fijar la
población. Muchas de estas fortificaciones acabaron por ser
desmontadas piedra a piedra para su utilización en nuevas
construcciones y no han llegado a nuestros días.
A partir del siglo
IX el Castillo de San Salvador, situado en la loma izquierda del río
Curueño, en la sobarriba de Santa Colomba, fue el centro neurálgico
de las tierras que se extienden desde La Cándana hasta Devesa de
Curueño.
Cara oeste del castillo de San Salvador
En los archivos de
la Catedral de León se encuentran estas únicas referencias:
El
12 de octubre del 951, el rey Ordoño III concede a la iglesia de
León y a su obispo don Gonzalo el castillo de San Salvador junto al
río Curueño, con sus mandaciones y los hombres que las sirven,
aguas arriba del Porma.
El
13 de octubre del 999, el rey Alfonso V de León y su madre Elvira
donan al obispo Froilán de León, el castillo de San Salvador de
Curueño, con sus mandaciones y la villa de Petrunio (Pedrún), junto
al río Torio y Ferreras de Vegamián.
El
19 de septiembre de 1012, después de la muerte del obispo Froilán,
hubo guerra entre cristianos. El alcaide del castillo de San Salvador
se inclinó por el bando de García Gómez, que estaba entre moros,
por lo que los partidarios del rey tomaron el castillo. A los pocos
días el rey Alfonso V se reunió con los suyos en Sahagún y dona de
nuevo a la sede de Santa María de León y a su obispo Nuño el
castillo de San Salvador de Curueño, próximo a La Cándana. A esta
donación añadió la posesión de todas las iglesias aún en pie o
destruidas, de la mandación del Curueño y la disciplina de los
monjes que las regían, los cuales debían entregar los tributos a la
sede de Santa María, es decir, a la catedral de León.
El
13 de octubre de 1132, Alfonso VII dona a la iglesia de Santa Maria
de Regla de León y a su obispo Arias, el castillo de Curueño con
sus propiedades en remedio de su alma.
En los siglos XII y
XIII se asientan en estas tierras los Templarios y otras órdenes
religioso-militares, como los Caballeros de Santiago, Calatrava y
Alcántara, que recibieron el castillo como sede de sus operaciones
de vigilancia y protección de pueblos y peregrinos del camino de
Santiago por estas rutas menores de la antigua calzada romana.
Los
Cruzados de todas las Ordenes, se acogieron, con gran devoción, a
la protección de Santa Ana, cuya imagen se encontraba en la capilla
del castillo.
El castillo fue
fortaleza defensiva, complementado por torreones de vigilancia que
abundaron en la zona, como es patente en Ambasaguas, La Mata,
Pardesivil y La Vecilla. Su emplazamiento le permitía, según era
obligado en la reconquista, establecer señales de humo con el
castillo de Aviados, que, a su vez, lo hacía con el de Peña
Morquera y éste con el de Montuerto…. todo un entramado defensivo
y de vigilancia.
El castillo, como el
resto de castillos de la comarca, sufrió distintos avatares hasta
que sobre los siglos XIV o XV quedó reducido a ruinas, pero
permaneció el recuerdo y la devoción a la santa alojada en los
restos de la capilla del castillo. A pesar de la desaparición de la
fortaleza siguió la costumbre de subir al castillo para honrar a
Santa Ana, tradición que ya se había iniciado en el siglo XI, como muestra de sumisión, la costumbre de subir
en procesión al castillo, desde todas las iglesias del valle del
Curueño, para celebrar la romería del Salvador, que tenía lugar el
día de la Ascensión.
Ermita de Santa
Ana, en lo alto de la loma de Maturriales
En el siglo XVI,
cerca del castillo de San Salvador, y aprovechando las paredes norte
y oeste de lo que quedaba del castillo, se edificó la ermita
de Santa Ana, con
catorce aspilleras en la cara oeste, sobre el Curueño, que
entró
en crisis en el siglo XIX y fue pasto de las llamas en la noche del
19 de noviembre de 1905 y que fue restaurada en 1994.
La romería, que ha
sido recuperada recientemente, aunque ya en la festividad de Santa Ana y no de la Ascensión, se inició en el siglo XI hasta el
siglo XIX, para celebrar la fiesta del Salvador y más tarde dio
lugar a las ´Rogativas
de Santa Ana´,
que incluía la subida al Castillo.
El jueves de la Ascensión salían
las procesiones desde las iglesias de los distintos pueblos cantando
letanías, y se juntaban los de Devesa y Barrio con los de Ambasaguas
y pasando ante la iglesia de Santa Eulalia tomaban el que aún se
llama “camino del castillo” y seguían en suave ascensión por
los barriales de Santa Eulalia para avanzar por el monte. En Santa
Colomba se iban juntando los que venían de toda la comarca por la
margen derecha del río; aún les queda por subir, en pocos metros,
la considerable altura en que se alza el castillo. Arriba se
encontraban con los que habían venido por el monte.
Después de una
reverencia de saludo, todos los pendones desfilaban por las
proximidades del castillo y entraban en el patio de armas para quedar
apoyados sobre la torre del homenaje, mientras los romeros
celebraban, con una liturgia, la fiesta del Salvador o de Santa Ana.
En la actualidad se
pueden observar los restos del castillo, con un foso exterior
rodeando al castillo y dos muros, en ruinas, que discurren en
paralelo. El muro más interno está a un nivel más elevado y se
localiza mejor a simple vista.
El contorno del
castillo tiene forma trapezoidal, con el lado del norte de unos 53
metros de longitud, el del este de unos 33 m. y el del oeste de unos
23 m. Se intuye la existencia de seis pequeñas plantas
cuadrangulares que corresponderían a las seis torres del castillo,
situadas en los cuatro vértices del castillo y en el centro de los
muros norte y sur.
Dichos muros son de
mampostería, cantos rodados, algunos labrados, unidos por argamasa
y con un grosor sobre 90 cm. los muros exteriores y entre 120 y 140
cm los de las torres.
La zona más
excavada se encuentra en la parte este del castillo, donde se
observan paredes que conforman recintos o piezas interiores.
A
la izquierda, hondonada del foso exterior del castillo. A la derecha, restos del
muro interior de la cara oeste, la más cercana a la ermita de Santa
Ana
Cara
este del castillo
En primer término, restos de la torre sureste y al fondo puerta de entrada al castillo por la cara
este
De los seis torreones que se suponen al castillo, restos del torreón sureste
Restos de la cara sur del
castillo.
Vista
del Curueño desde lo alto de los restos de la torre sureste del
castillo.
Se ve Gallegos y al fondo Barrillos
Se ve Gallegos y al fondo Barrillos
Ermita
de Santa Ana
Vista
de Santa Colomba desde el mirador de la ermita de Santa Ana
En La Mata de Curueño se
mantiene el topónimo “El Castillo” en un paraje sobre el valle
de Valdelacueva y la fuente del Cubilón, donde existen restos de lo
que podría ser un pequeño bastión o torreón de vigilancia, así
como unos pocos restos de una calzada. En el escudo de La Mata
aparece representado “El Castillo”.
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