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23 de julio de 2025

Invitación al Filandón homenaje a la escuela de La Mata de Curueño

                                                    

Filandón homenaje a la escuela de La Mata de Curueño, que funcionó hasta 1971. Existe una foto de los últimos asistentes a la escuela en La Mata. Los convocamos, junto a las maestras y maestros que dieron clase en La Mata, así como a sus descendientes y al alumnado que asistieron a la escuela de La Mata, entre ellas al actual presidente de la Diputación de León Gerardo Álvarez Courel, cuya madre Josefina Courel fue maestra en La Mata de Curueño. 

Con algunas personas o con sus descendientes no hemos podido contactar, por lo que desde aquí les invitamos a asistir y recordar historias y tiempos pasados. Relación de maestras y maestros que dieron clase en la escuela de La Mata de Curueño y a las que invitamos al filandón, a ellas y/o a sus descendientes: 

D. Agustín Álvarez Sierra (1889-1894)

D. Ángel García (1894-1933)

D. Lucio Bermejo Álvarez (1934-1949)

D. Delfino (1949-1950), era de Barrillos, venía en bicicleta.

Dña. María Luisa Contreras (1950-1951)

Dña. Josefina Courel (1951-1952)

Dña. Sebastiana (1952-1953)

D. Julíán (1953-1954)

Dña. Joaquina (1954-1956)

Dña. Eutimia Martínez (1956-1957)

Dña. Mª Jesús Garrido Paredes (1957-1959)

Dña. Carmen Zapico Gil (1959-1960)

Dña. Emérita León (1960-1962), hermana de Felipe León, el luchador.

Dña. Angelines González Robles (1962-1963), prima de Sinda.

Dña. Mª Teresa Martínez Lanza (1963-1964)

Dña. Rosa Escapa (1964-1966), de Sopeña, prima de Margarita.

Dña. Mª Carmen Sánchez (1966-1967)

Dña. Mª Antonia Castro (1967-1971), esposa de D. Delfino.

1968. Integrantes de la escuela de La Mata de Curueño. Toño, Rosa Mari, Manolo, Ignacio, Toña, Milagros, Mª Nieves, Mª Antonia la maestra, Evaristo, Luis, Angelita, Graci y Toñi. Falta Camino.

Con la llegada del siglo XIX las circunstancias van cambiando y los bienes de las caridades disminuyen paulatinamente, sobre todo con la desamortización de los bienes eclesiásticos y de fundaciones piadosas por parte del Estado. Hasta 1.854 se encuentran en el  libro de Fábrica de la iglesia de La Mata anotaciones concretas sobre el pago al maestro.  Desde 1.864, la instrucción primaria depende del ayuntamiento de Santa Colomba, recientemente constituido. Y, al menos, a finales del siglo XIX las escuelas de La Mata y Pardesivil funcionaban separadamente con su propio maestro.

Hay constancia de que durante unos años, desde 1.889, el maestro de La Mata fue D. Agustín Álvarez Sierra, que era hermano del párroco de la época, D. Matias Álvarez Sierra. Desde 1.894 y hasta 1.933, el maestro de la Mata fue D. Ángel García Álvarez, abuelo de Marisa y de Plácido.

 En 1.899, el ayuntamiento de Santa Colomba pidió al maestro de cada pueblo una lista de los niños que iban a la escuela. En La Mata, el maestro D. Ángel, certifica que eran 19 niños y 10 niñas, de entre 6 y 12 años. Dos de los niños eran de Matueca y Sopeña. De ellos, 17 asisten siempre, 12 con poco frecuencia y 3 no asisten. Por la enseñanza recibida se pagaba al maestro una peseta hasta los diez años y una cincuenta pesetas, a partir de esa edad.

Aunque el analfabetismo en España a finales del siglo XIX  era bastante alto, en una lista de vecinos de La Mata con derecho a voto, que eran los varones mayores de 25 años, en el año 1.890, en La Mata de Curueño, de 38 hombres mayores de 25 años con derecho a voto, todos sabían leer y escribir.

La escuela  y el señor maestro. La casa del maestro

A mediados del siglo XIX, los recién creados Ayuntamientos se hicieron cargo de la instrucción de  los niños y las niñas. Posiblemente fue cuando se dedicó a tal fin el edificio conocido como la Escuela vieja, que ocupa la esquina de la Plazuela con la Rinconada y, que hoy en día, reparado en el año 2010, funciona como Casa de Cultura. Anteriormente las clases se impartían en el portal de la Iglesia y las pizarras personales solían ser paletillas de cerdo o de oveja y se escribía con la punta de una piedra.

 Al principio la entrada a la escuela se realizaba por el portal de la casa del tío Pedro, hoy de José Antonio Fernández. Muchas veces tenía que quitar el carro para dejar libre la entrada; la puerta que existe en la actualidad se abrió en 1930 y en 1944 hubo que reparar el tejado. El señor maestro o la señora maestra abría la puerta de la escuela y se entraba en tropel a la planta baja, para luego subir al aula. Si llovía o nevaba se dejaban las madreñas en la parte baja, que era de tierra, y se subía en zapatillas o alpargatas.

 

                    En la escuela de La Mata. 1944, Florinda, Nélida y Felipe. 1960, Charito

Las clases se impartían en el piso de arriba del edificio, donde ahora está  radio Curueño. Era un salón con pupitres largos donde se sentaban varios niños y niñas; encima había unos agujeros para acoplar los tinteros, una mesa grande rodeada de pequeños taburetes, que luego estuvieron en el Teleclub, un armario para los libros de lectura y una mesa escritorio para el señor maestro, con un brasero debajo y un sillón, frente a la ventana de la plaza. En las paredes, además del crucifijo había seis mapas grandes, uno de cada continente y el de España,  y un mapa pequeño de la provincia de León, en el que no figuraba el nombre de La Mata, por lo que tuvo que escribirlo a pluma el señor maestro; también había un cuadro con diez varillas, cada una con diez bolas, para enseñar a contar a los más pequeños. En la organización interna, la escuela era mixta y existía un grupo de pequeños, hasta que se aprendía a dividir y un grupo de mayores, hasta los catorce años.

La Casa del maestro, actual Teleclub, se construyó en 1943 y la inauguró D. Lucio Bermejo, que primero había vivido en la casa que se encontraba entre la de Antonio el alcalde y la Escuela vieja, que había sido de la tía Francisca y del tío Manuel, el correo. La casa del maestro pasó a ser la escuela nueva en 1955 y en 1970 Teleclub. A la escuela llegaron a ir más de cuarenta niños y niñas. Se iba desde los seis  hasta los catorce años. El horario era de 9 a 12 horas y de 15 a 17 horas. A media mañana había un recreo. Solía comenzar en septiembre y duraba hasta junio, pero si se cuidaban vacas se iba más tarde, cuando empezaba a nevar y las vacas quedaban en la cuadra. En octubre había que ayudar a sacar las patatas y en primavera también había otras labores que realizar.



Edificio de la Escuela vieja y la Casa del maestro que fue la Escuela nueva

La escuela era gratuita, aunque se podían dar clases particulares, que había que pagar, para completar los aprendizajes. Unos iban con su cartera al hombro, otros con el cabás en la mano y otros, no pocos, con una bolsa de tela bajo el brazo, hecha por su madre. A ninguno le faltaba la enciclopedia Álvarez, la pizarra con su marco de madera y una  pequeña almohadilla casera para borrar lo escrito con el pizarrín. En general, se salía bien preparado. En La Mata siempre fue mixta, en otros pueblos, como Sopeña, Santa Colomba o Barrillos había escuela de niños y de niñas, separadas.

En el invierno, cada día tenían que ir dos alumnos a las 8,30 horas, para encender la estufa. La leña y las cepas las tenían que llevar los padres y estaban en el piso de abajo de la vieja escuela, había que picarla y se apilaba debajo de la escalera. Años antes, se guardaban en la obra, que es donde José Antonio tuvo las yeguas y a donde los niños iban a jugar.

En los años cincuenta, las maestras vivían en casas del pueblo, con las familias de Román, Eliseo o Sofía, pues desde 1949 solo solían estar un año. A partir de 1970 se cerraron las escuelas de La Mata y de Pardesivil y las clases se impartían, a nivel comarcal, en la concentración escolar de La Vecilla. En el curso siguiente se cerraron las escuelas de Santa Colomba y de Barrillos.

La maestra del curso 1951-1952, Josefina Courel, recordaba en la revista "La Mata de Curueño, un pueblo que nos une":

Hice las oposiciones de magisterio en 1951 y me vi como interina en la escuela de La Mata, que quedaba algo lejos del Bierzo de donde yo procedía, para sustituir a un señor, al parecer casi ciego. Me orientaron que tomara el coche de línea hacia Vegas del Condado y creo que nos dejaba en Barrio. Desde allí andando 9 km. hasta La Mata. Al llegar me indicaron la casa de Román y Chon, donde había estado la maestra anterior. Una vez al mes iba a cobrar el sueldo a León andando 9 km. hasta el tren de La Vecilla.

 El edifico escolar era lo que llaman la Escuela vieja. Se accedía por una escalera interior de madera con una barandilla para evitar que se cayesen los niños. Hacia un lado estaba la mesa del maestro y en el otro los niños y las niñas, no más de veinticinco.

Empezábamos la jornada escolar con la señal de la cruz y rezando un avemaría, para pasar luego lista con el fin de señalar las faltas a clase. Durante el día se distribuía el tiempo para cada asignatura, que eran conceptos elementales, pero básicos y amplios; fácilmente se descubría la disposición de cada uno para las ciencias o para las letras. La enseñanza de la religión no se cuestionaba e incluso se explicaba el evangelio del domingo. Al final de clase se cantaba la tabla de multiplicar o alguna canción regional o religiosa. Las niñas solían hacer labores por la tarde dos días por semana y entretanto los niños hacían algún problema o lectura. Los jueves había vocación por la tarde.

Recuerdo al párroco D. Teodoro, tocaba al rosario hacia el oscurecer y mientras la gente se reunía daba catequesis a los niños. Un día de ayuno le vi en su casa con un caramelo en la boca, diciéndome que eso no quitaba el ayuno. También recuerdo la cantidad de agua que corría por medio del pueblo y los patos que se criaban. Y lo del “plantón”, que era la semilla de la remolacha y que los restos que quedaban en su recolección se daban a las vacas mezclado con paja y hacía que la leche fuera exquisita. Había una señora que hacía mantequilla, que venían a recoger desde La Vecilla.

La maestra del curso 1959-1960, Carmina Zapico, también recordaba:

Vivir en La Mata fue un lujo, uno de los mayores de la vida. La vida era tranquila y agradable. Vivía en casa de Eliseo y de Isidora, con los hijos que aún quedaban en el pueblo, me sentí una más de la familia. Tenía plaza en propiedad en La Mata y estuve año y medio, hasta que renuncié a la plaza. Transcurrían los días trabajando, charlando y pasando muy buenos ratos en casa de Angelines, donde solía acudir por las tardes D. Marcos, el párroco, para ver a tía Elisa. Por la noche, jugábamos una partidita a las cartas y después, nos sentábamos al calor de la chapa de la cocina.

Tengo presente aquella escuela, habilitada hoy como Teleclub, y en la que la cocina y una habitación estaban unidas para formar el aula; nuestro patio de recreo era la calle y en invierno se organizaban peleas con bolas de nieve. No faltaba ningún niño a clase, hasta los hermanos Panera que eran los que más lejos vivían y que a veces eran los primeros en llegar.

Y como no recordar a los niños que eran doce, aunque oscilaba el número porque se incorporaban el sobrino de D. Marcos y el de Angelines cuando pasaban temporadas en el pueblo. Los alumnos me parecían de los más inteligentes del mundo, ya que todas las carencias de material se suplían con buena voluntad y con gran entusiasmo: desde fabricar carteles o mapas hasta conseguir tener la escuela caliente, tarea ésta de la que se encargaba todos los días Eliseo, pues ni un solo día de invierno dejó de encender la cocina económica con la que nos calentábamos; también espalaba la nieve cuando caía en tal cantidad como para no poder llegar a la puerta de la escuela.

Por aquel entonces, se estrenó en el teatro Emperador de León, la película Los diez mandamientos y D. Marcos tuvo la idea de alquilar una furgoneta para llevar a verla a los niños mayores y también a algunos jóvenes.

Y muchos recuerdos más. Entre ellos la celebración de La Candelaria en Pardesivil en el mes de febrero. Todos los mozos y mozas del pueblo íbamos por la tarde al baile que se hacía en los bajos de la escuela; al volver, entrada la noche, nevado todo el paisaje y con luna llena, se podía contemplar el valle y el pueblo de La Mata, lo cual constituía uno de los paisajes más hermosos que he visto en mi vida.

También Ruperto Rodríguez Castro recuerda su paso por la escuela como alumno:

Mis años en la escuela se desarrollaron en los cincuenta. Se comenzaba a ir con seis años y se permanecía hasta los catorce, aunque algunos, como yo, nos íbamos antes para hacer estudios en otro lugar o les sacaban los padres para comenzar muy pronto la vida de trabajo ayudando en casa o haciendo de motril en otra.

Destaco algunas “historias” de mis pocos años en la escuela vieja y en la nueva, ya que me tocó estrenar la habitación que hizo de aula en la Casa del Maestro, que conocemos, ya restaurada, como Teleclub.

Los jueves dibujo. Como siempre se me dio bien el dibujo, el primer recuerdo es para la clase que sobre esta actividad nos daba D. Delfino, del que guardo un buen recuerdo, como del mejor de los maestros. Los jueves, al llegar a la escuela, tenía el encerado grande, que estaba en la pared al subir la escalera, lleno de dibujos que luego teníamos que intentar hacer. Con tizas de colores allí aparecían variedad de casas, castillos, paisajes, etc. según correspondiera. Me empeñaba en copiar lo mejor posible y disfrutaba de lo lindo guardando mis dibujos como algo que me gustaba mucho. Este afán me sirvió luego para mi actividad laboral. También recuerdo con agrado, las clases de caligrafía, por el esmero que nos hacía poner para copiar palabras y textos  con aquella letra “inglesa” que a tantos nos mejoraría la letra para nuestra escritura posterior.

Hoy, sin comer. Así nos castigó un día Dª Sebastiana, en 1952,  cuando yo tendría unos diez años, sería por no saber la lección. Así que se fueron todos a comer y nosotros a ver la forma de escaparnos. Había en el exterior de una de las ventanas, como dos salientes de madera en forma de estaca y aferrándonos fuerte con las manos, saltamos como unos tres metros. Luego, a comer corriendo y volver a estar dentro, para cuando volviera la maestra. Alguien que no recuerdo bien (quizás Gaspar) acercó una escalera por la cual subimos. Cuando llegó Dª Sebastiana nos perdonó y nos dejó “ir a comer”. Por supuesto que nos fuimos, no a comer, claro, sino para hacer tiempo y volver antes de iniciar la clase de la tarde.

Recreos. Teníamos tan solo un recreo a media mañana, ya que por la tarde los juegos los hacíamos al salir de clase y antes de irnos para casa. Nuestro lugar era la Plazuela donde se sucedían, a lo largo del año, los diversos juegos de “temporada”.

Juegos. Recuerdo el de “los cartones”. Nos hacíamos, como podíamos, con los billetes del tren minero o de La Vecilla e, incansables y con ganas, tirábamos contra la pared para ver quien los dejaba más cerca y ganaba, aumentado la colección propia. El calvo nos apasionaba, así como el marro y algunos más. En los largos y duros inviernos “el resbalete” por el hielo y barro helados era lo nuestro. Por la tarde, nos íbamos a las Colineras y utilizando sacos, nos tirábamos una y otra vez por aquellas laderas heladas. No nos hacían falta los trineos de ahora.

Titiriteros. En ocasiones, una o dos veces por año, venía un grupo de titiriteros para representar ante niños y mayores su repertorio. Así que en la planta baja de la escuela, que hacía de bodega, carbonera y más, nos sentábamos en el suelo que era de tierra, bien apretados, y asistíamos, asombrados, al ensueño de las obras de teatro y de juegos que llevaban nuestra imaginación a lugares alejados de nuestro pueblo.

Comer algarrobas. Alguna vez se presentaron en el pueblo un grupo de militares que conducían mulos y debían hacer prácticas de rastreo o de vigilancia por los alrededores o algo así. Estaban diez o doce días ocupando la Plazuela del pueblo, dormían en pajares de las casas próximas y a los animales los ataban enfrente de la escuela. Lo que más disfrutábamos de la novedad, era que los soldados nos daban a comer algunas algarrobas que traían como alimento de los animales. Como eran de sabor dulce, nos suponía una buena aventura.

Con la regla en los dedos. Tengo buenos recuerdos de los maestros y maestras que tuve, pero de uno de ellos, que estuvo poco tiempo como sustituyendo a otro maestro, me viene a la memoria el daño que nos hacía cuando nos pegaba en los dedos de la mano con la regla, aun siendo muy pequeños. Ese dolor en las manos lo recuerdo muy vivo cuando pienso en aquellos años que, en general, fueron muy felices para gran mayoría.

Existe un Registro de Cartillas de Escolaridad de la Escuela Nacional Mixta de la Mata de Curueño, que solamente tiene formalizada una página. Como testimonio de la misma y para promover la memoria de quienes aparecen en ella, relacionamos el alumnado que se cita:

 Cursos 1953-1957

Elisardo Cuesta Bayón. Ángel Fernández García. Mª Jesús Fernández García (Baja por ingreso en instituto 10-7-1956). Natividad Fernández García. Gaspar García Castro (Terminó el 10-7-1957). Pedro García Cuesta. Carmen García Gafo. Donato Panera García (Terminó el 10-7-1957). Jesús Panera García. Ruperto Rodríguez Castro (Terminó el 10-7-1957). Elvira González. Jerónimo Valladares Castro. Mª del Rosario Fernández García. Mª Begoña García Cuesta. Otilia Cuesta Bayón. Amparo Valladares Castro

Cursos 1967-1970

Mª Jesús Álvarez Castañón (terminó el 11-6-1969), José Luis Álvarez Castañón y María Antonia Álvarez Castañón; José Luis Cuesta Bayón (terminó el 10-7-1967) y Mª Antonia Cuesta Bayón; Mª de los Ángeles González Bayón y Teodoro González Bayón (terminó el 30-6-1970); Mª del Pilar González Fernández; Ignacio Pérez Ugidos (terminó el 10-7-1968), José Manuel Pérez Ugidos (terminó el 30-6-1970) y Evaristo Pérez Ugidos; Antonio Rodríguez Sierra (baja a León 25-3-1968) y Mª Nieves Rodríguez Sierra (baja a León 25-3-1968); Rosa Mª Sierra Orejas (terminó el 10-7-1968), Milagros Sierra Orejas (baja para León 1-9-1969) y Camino Sierra Orejas (baja para León 1-9-1969); Mª Ángeles Getino Bayón y Mª Engracia Llamera Díez.

15 de mayo de 2025

Infanticidio cigoñino


Este día ha aparecido muerto en el suelo uno de los cigoñinos del nido de La Mata de Curueño. Ya es el segundo que aparece muerto este año. 
El infanticidio parental en aves es un comportamiento dirigido a ahorrar energía mediante la eliminación de las crías con menor posibilidad de supervivencia y aumentar así la del resto dela pollada. Se trata de una respuesta natural a la falta de recursos o a las condiciones extremas del entorno. Se ha descrito en distintas especies de aves, como focha común, espátula, gaviota mexicana, cigüeña negra y cigüeña blanca. En un estudio realizado en Andalucía se observó este comportamiento en alrededor del 15% de los nidos de cigüeña blanca, siendo por lo general el macho el que cometía infanticidio matando a la cría más pequeña. 

 

20 de enero de 2025

Primera nevada 2025 en La Mata

 

El domingo 19 de enero de 20025 cayó en La Mata de Curueño la primera nevadina del año.
No fue mucho, ya veremos si viene alguna más. 











 

 



16 de diciembre de 2024

Presentación de la revista "Los Cantarales", en La Mata

El jueves o el viernes nos entrega la imprenta el primer número de la revista "Los Cantarales"
y el sábado 21 de diciembre la presentaremos en  el Teleclub de La Mata de Curueño,
junto a otras actividades complementarias. Esperamos vuestra presencia, si es posible.
¡Feliz Navidad, salud y Próspero Año Nuevo!
Portada del número 1 de la revista "Los Cantarales", con el pendón de La Mata de Curueño
delante de la catedral de León,  acompañado de un grupo de matenses.
En la contraportada, vista aérea de La Mata de Curueño


 

7 de septiembre de 2024

Homenaje 2024 - La Mata

 

Pilar, Mari Tere, Inés y Plácido, los homenajeados este año

HOMENAJE 2024 

Una vez más y ya son muchos los años que nos reunimos el día de la fiesta del pueblo para presentar sentimientos de gozo y gratitud por los ochenta años de vida. Aquí en La Mata nacieron en 1944 una niña: Pilar Fernández García y dos niños: Plácido Fernández García y Lisardo Cuesta Bayón fallecido hace diecisiete años. En esta ocasión también celebramos el nacimiento de dos cónyuges de matenses: Elia Inés Díez Álvarez y María Teresa Valladares Bayón.


Plácido nació el día quince de enero. Junto a sus padres: Román y María Asunción y sus hermanos: Marisa y Mariasun, formaron una familia de labradores en la plaza del Campillín, a la entrada del pueblo.

Conoció sus primeras letras, números y demás aprendizajes en la escuela y las primeras ayudas en el trabajo familiar hasta los diez años en el que fue al aspirantado de los operarios diocesanos en Salamanca. A los veintitrés años fue ordenado sacerdote y cantó su primera misa en el pueblo el 22 de septiembre de 1968, manteniendo la tradición de ser llevado a hombros por lo mozos bajo palio de ramas de arboles hasta la iglesia.

Plácido como sacerdote operario diocesano dedicó su vida a la formación de jóvenes, fueran seminaristas o no. Así recorrió muchos centros en España y en Sudamérica como Argentina, México o Perú. Pero ha sido el seminario de Zaragoza donde ha estado más tiempo y donde ha desarrollado su servicio pastoral y educativo. También los vecinos del pueblo le han conocido durante los veranos como fiel depositario y trasmisor de sus esencias.

Con el vecino y sacerdote Fernando Sierra Álvarez fundó el boletín de “La Mata de Curueño, un pueblo que nos une”. Con su carácter tímido y exigente hasta la puntualidad ha sido un excelente alpinista por las cumbres de los Pirineos, animando también a recorrer las rutas de las dos lomas del pueblo.

A nuestro vecino Plácido se le debe recordar como un trabajador incansable y exigente promoviendo la formación de muchas personas que han recibido la entrega de sus valores humanos


Inés nació el 22 de enero en la localidad próxima de Ranedo de Curueño y fue la sexta de los ocho hijos de la familia formada por Eloy y Anastasia, familia de labradores feliz, pero con muchas necesidades.

A los 12 años la maestra del pueblo viendo que era una niña responsable y trabajadora convenció a sus padres para que fuera a estudiar Bachillerato a las Teresianas de Leon. Tanto estos estudios como los de magisterio los pudo realizar gracias a las becas ya que su familia era humilde y no se podía permitir estos gastos. Todos los veranos volvía al pueblo para mantener contacto directo con la familia y ayudar en las tareas del hogar y del campo. Una vez terminados los estudios la destinaron a Barcelona. Allí fue muy valorada ya que la enseñanza era muy apreciada y había mucha necesidad de maestros.

En agosto de 1970 se casó con Ángel Fernández de La Mata de Curueño, trasladándose a vivir a Alcalá de Henares. En octubre de ese mismo año comenzó a ejercer de maestra en el colegio de las Escolapias de la misma localidad. Los primeros años no fueron fáciles porque había hasta cuarenta y dos niños de infantil y primaria en cada aula: así desarrolló su vocación de maestra durante treinta y nueve años, compaginando los últimos quince con la jefatura de estudios de esos niveles educativos.

En Alcalá también nacieron y se criaron sus hijos Raquel y Gonzalo los cuales formaron sus propias familias, que le han dado cuatro nietos: Adam, Noa, Eric y Gael. Ya jubilada ha colaborado durante mas de diez años en Caritas Parroquial ayudando a repartir ropa y alimentos a inmigrantes y necesitados.

Para Inés su vida entre Alcalá y La Mata discurre con la satisfacción de haber educado eficazmente y con mucho cariño a muchas generaciones de niños que pasaron por sus aulas.


Mari Tere, nacida el 1 de junio en Devesa de Curueño, es hija de Miguel Llamazares y de Ester Bayón, como la mayor de cuatro hermanos. Cursó los estudios de primaria en la escuela de Barrio de Nuestra Señora.

A los catorce años se mudó a San Sebastián con su tía Palmira, para trabajar en una pastelería situada en el puerto y así ayudar económicamente. A su vez, ya estaba de novia con Ruperto Rodríguez, de La Mata, hijo de Ruperto y Nieves. Más tarde fue requerida por su padre Miguel, para trabajar en la centralita telefónica que pusieron en la localidad de Barrio de Nuestra Señora. El 4 de enero de 1966 contrajo matrimonio con Ruperto y al año siguiente se trasladaron a vivir a La Cabrera, localidad de la provincia de Madrid, con su primogénito José Miguel. Allí establecieron su morada y su familia al tener tres hijos más: Maite, Coral y Noelia.

Mari Tere trabajó duramente en el negocio familiar de muebles, asistiendo a clases particulares mientras atendía y cuidaba a su familia. Siempre que puede pasa largas temporadas en La Mata, pueblo que siente como suyo propio y en el que ha sido siempre muy bien recibida y querida más aún desde el año dos mil, cuando con Ruperto compraron casa en la plaza, recinto donde se celebra anualmente durante las fiestas el encuentro de vecinos y allegados, como Corral de las Sopejas. Sus cuatro nietas Ester, Raquel, Ruth y Lucia saben bien de los desvelos de la abuela para con ellas como con todo el mundo.


Pilar nació el 30 de noviembre en la familia formada por Isidora y Eliseo, labradores en La Mata de Curueño, siendo la sexta de los nueve hijos. Como circunstancia especial hay que reseñar que fue bautizada al nacer con agua bendita en un pie, por el bautismo de socorro  ante el peligro de su fallecimiento, así lo certificó el párroco Don Teodoro en el libro de Bautismo.

A los dos años la llevaron a La Vecilla con sus tíos María Andrea y Arsenio, medico, donde creció, fue muy pronto a la escuela y al internado de las Teresianas en León, para hacer el bachillerato. Luego estudió la carrera de Filosofía en la Universidad de Salamanca, ciudad donde ejerció sus primeros cursos de enseñanza como profesora. Al enviudar su tía María Andrea, Pilar vino a Leon donde se casó el 16 de agosto de 1971 en la Basílica de San Isidoro con Miguel Fuertes formando su propia familia con sus tres hijos Miguel, Leticia y Pablo, y los cinco nietos: Leo, Noe, Vera, Iker y Carla, con la cercanía de Mari Fe.

Pilar dedicó su vida profesional como profesora de filosofía en varios institutos de enseñanza de Leon. Siempre ha sido muy querida por alumnos y padres en los treinta y ocho años de docencia donde destacó su actitud ejemplar para la tutoría y la comprensión en el desarrollo integral de las personas. Cuantos han estado a su lado han participado de su empeño en lograr una convivencia digna, respetuosa y sensata.

Al jubilarse junto a su marido han vivido más de quince años en la casa familiar construida en 1911 por los abuelos Plácido y María Antonia en el barrio de arriba, en la calle al inicio de la Rodera, disfrutando de la vida tranquila del pueblo, como se dice, y colaborando intensamente en las diversas actividades que se han promovido.

 

Plácido, Elia Inés, Mari Tere y Pilar compartimos con vosotros la satisfacción de vuestras largas vidas salud y bienestar para todos los presentes.




Pregón de fiestas 2024 - La Mata

En 1933, en Buenos Aires, Federico García Lorca y Pablo Neruda dieron un discurso al alimón destacando la figura de Rubén Darío.
Salvando las distancias, este año Roxana Fernández, Cristina Rodríguez, Carmen Tarodo y Raquel Santiago dieron el pregón de fiestas de La Mata de Curueño al alimón de cuatro voces. 

PREGÓN 2024. LA MATA DE CURUEÑO

Roxana: ¡Qué rica la comida vecinal de hoy!

Cristina: ¡Sí! tenemos al mejor equipo de cocina del mundo, y aún quedan las sopas y limonada.

Roxana: ¿Y quién dará el pregón este año?

Cristina: Se rumorea que la nieta de Pedro y la de la casa verde.

Carmen: No, no. Si a mí me han dicho que lo dais la nieta de Adolfo y la hija de Miros.

Roxana: ¿Nosotras? Pero si aún somos demasiado jóvenes.

Raquel: Eso dilo por ti.

Carmen: ¿Y si lo hacemos entre las 4?

Interacción del público.

Cristina: Podemos hacerlo, ¡vamos equipo! Es un honor inaugurar las fiestas de nuestro pueblo.

Roxana: ¡Qué ilusión! Vamos arriba.

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¡Buenas noches, hijas e hijos de La Mata!

Qué alegría volvernos a reunir. Nos hace una ilusión inmensa estar en el corral de las Sopejas otro año más. Volvernos a encontrar y, sobre todo, celebrar rodeadas de tanta gente que queremos una de las noches más especiales del año.

No os vamos a mentir, ha sido un auténtico reto para nosotras escribir este pregón entre las cuatro. Cada una con sus vivencias, sus raíces matenses o no, su forma de expresión y también una pequeña diferencia de edad. Pero por encima de todo ello, está nuestra amistad, ya que como ha proclamado tantos años nuestro boletín, La Mata es un pueblo que nos une. Basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de la suerte que tenemos de juntarnos con nuestra familia matense y ver cómo sigue creciendo año tras año, siempre teniendo presentes a quienes ya no están. Y es que La Mata nos une con nuestro ayer, hoy y mañana. Esta noche queremos hacer un pequeño viaje a través del tiempo, visitando el pasado, tomando conciencia del presente, y proyectando lo que esperamos sea el futuro de este pueblo al que tanto queremos.

Haciendo memoria, los que pasamos nuestros primeros veranos aquí aseguramos que entre Santa Colomba y Pardesivil, debía de haber una brecha en el espacio-tiempo.

Cómo si no íbamos a poder construir nuevos mundos, en forma de base o de chamizo donde establecer nuestras normas y ser totalmente nosotros.  

Cómo íbamos a pasar tantas horas jugando en el teleclub, o haciendo expediciones por pinares, por castillos ya invisibles o por las cuevonas del río y aun así sacar tiempo para aprender bailes en el patio de María Jesús.

Cómo íbamos a hacer todos los trayectos en bicicleta, ya fuera un paseo a Sopeña o la plaza de al lado; o jugar a escondernos y buscarnos todas las noches, pero solo hasta que bajaba la luz. 

¿Cómo podía ocurrir tantísimo en tan solo unas semanas?

En realidad, da igual si pasaste tus primeros veranos aquí o no, basta con pasar un día en este pueblín para involucrarte en un juego, en un paseo al río o en una partida de cartas. Y es que a veces sin saberlo, recorriendo estos caminos que guardan los pasos del ayer, revivimos las pisadas de quienes nos precedieron.

Todos tenemos un familiar o un vecino del que hemos tenido la suerte de aprender los valores y costumbres de nuestra tierra, esos que ahora tratamos de mantener. Por ejemplo, recordamos ver a Sofía con las pastas preparadas y un café cada vez que alguien la venía a ver. Aquí es difícil encontrar una casa que no esté abierta para recibir y acoger a cualquiera en nuestro pueblín. Así hizo la tía Ángeles conmigo, la más pequeña de todos sus sobrinos, cuando con 6 años mi querido padre decidió traerme a “pasar el día” en La Mata para aprender a andar en bici… y ya nunca quise irme.

Tanto si tuvimos la suerte de conocer a nuestros mayores, como si no hemos podido disfrutar o crear recuerdos con esas personas, siempre hay un vecino o amigo que te acerca a ellas a través de anécdotas, historias o vivencias que conforman la memoria colectiva, dando paso a la historia de La Mata. Para mí, aun sin tener recuerdos de mi abuela, he crecido sintiéndola cerca gracias a los que me habéis contado cómo la tía Nieves os ha curado algún hueso roto, ha ayudado en el nacimiento de algún familiar e incluso, ese cariño reflejado a día de hoy con la receta de su ungüento.

Dicen que “nadie muere del todo, mientras haya alguien que lo recuerde” y, si es así, La Mata debe contener muchas vidas. Las paredes de nuestras casas narran las historias de nuestros antepasados, y aunque no puedan contener todo lo que fueron, nos acercan a ellos. Por eso venir a La Mata es una manera de honrarles y conocerles.

Ese ayer de nuestras familias, se hace presente hoy en cada uno de nosotros y en nuestras costumbres, que nos llevan a estar aquí reunidos bajo nuestro cielo estrellado favorito, en este corral de las sopas. Gracias tío Ruper y tía Mari Tere, igual que a todos los que antes habéis cedido vuestro hogar, para que esta bonita tradición siga viva.

Esta semana de fiestas, el inmenso número de actividades te incita e impulsa a estar en la calle, a estar alegre, a estar con los tuyos. En definitiva, a estar. En realidad, hay pocos lugares en los que “vivir y sentir el presente” sea tan sencillo como en La Mata.

Ahora que estamos rodeados de tanta gente conocida, nos faltan horas para ponernos al día, para contarnos cómo nos va la vida. Pero cuando en nuestras calles no reina el bullicio festivo, La Mata da voz a lo que el ruido de nuestra vida cotidiana había mantenido callado. Porque, a veces, las preguntas que habitan en cada uno, las responde el río, o el silencio de un pinar cuando sales a por níscalos, o la vista de Peña Valdorria desde Moncabrón, o el libro que lees junto a la lumbre en los días fríos. La Mata nos ofrece el enorme regalo que es el tiempo dedicado a lo que nos gusta. No es de extrañar que nuestras casas sean a la vez talleres, en los que disfrutamos tanto del proceso como del resultado, ni que en las huertas comiencen a crecer los frutos de esta temporada, que son prueba fehaciente del cariño y del cuidado que, durante meses les han concedido sus hortelanos.

Todo esto sucede tras bajar la cuesta de entrada a nuestro pueblo, cuando dejamos un poco de lado esta sociedad que nos impone un ritmo vertiginoso y nos empuja a la individualidad. La Mata es una pequeña aldea rebelde, poblada por irreductibles matenses que resisten todavía y siempre cocinando la vida a fuego lento y fomentando un sentimiento de comunidad. Aquí los calabacines no vienen del supermercado, sino que viajan en carretilla hasta alguna puerta que siempre tiene las llaves puestas por fuera, ya que todos nos vemos como una gran familia, un gran equipo orgulloso de serlo. Este año, incluso lo hemos reivindicado en las calles de León haciendo desfilar nuestro pendón por San Froilán, iniciando lo que esperamos sea una nueva tradición. Y así ha surgido también esta misma semana la nueva Asociación Cultural de La Mata, a través de la cual esperamos dar cabida a todas las ideas del imaginario colectivo para fomentar la unión en nuestro pueblo. 

Este vínculo tan fuerte que hemos ido cultivando año tras año, ha florecido en amistades indispensables que a día de hoy traspasan las fronteras del pueblo, y nos hace buscar cualquier excusa para vernos, encontrarnos y disfrutarnos todo el año.  Lo curioso es que, aquí donde nos veis, nosotras 4 que parecemos inseparables, en realidad pertenecemos a 3 generaciones diferentes. Como en ocasiones ocurre en La Mata, las que antes eran las “mayores” o “mayores-mayores” para unas o las “pequeñas” para otras, acaban convergiendo en una misma sudadera. Nosotras siempre seremos “Butanoland” y “La Mata University”, pero ahora también somos “Friends de La Mata”.

Esta es la esencia de nuestro pueblo, que tiene el don de unir, independientemente de la edad, origen o lugar donde vivamos. Todos tenemos marcada esta fecha en el calendario, convirtiéndose en la convocatoria perfecta donde se suceden los reencuentros con amigos y también familiares. Porque muchas veces la vida nos lleva lejos de los nuestros, y así lo refleja la historia matense, donde fueron y son muchos los que han tenido que emigrar. Quizás es por eso que cuando llegan las fiestas y pensamos en los reencuentros y comidas familiares, se nos dibuja una sonrisa en la cara.

Somos conscientes de que la mayor parte de nuestras vivencias se centran en verano, pero cuando aparecen los quitameriendas, La Mata sigue latiendo gracias a nuestros vecinos que viven aquí durante el año. Esas personas que nos inspiran y nos hacen pensar “ojalá poder estar más tiempo y llamar a La Mata hogar”.

Aunque nos dé un poco de vértigo, al igual que dar este pregón, nos imaginamos haciéndonos mayores aquí, asistiendo al homenaje de los 80 con nuestros amigos, volviendo año tras año con nuestras familias, sentándonos en el mismo banco de siempre, con la misma gente, dando paseos nocturnos hablando sobre todo y nada, compartiendo momentos en nuestro micro mundo.

Terminado nuestro viaje, no podemos olvidarnos de para qué estamos hoy. Estamos aquí para recordaros que sólo nos quedan dos días de fiesta y tenemos que exprimirlos al máximo. Vamos a mirarnos, sonreírnos y disfrutar de nuestra semana grande, sigamos creando recuerdos, y por supuesto anécdotas. 

Para nosotras, la vida es eso que pasa entre Corral de las Sopejas y Corral de las Sopejas. Y por eso siempre proclamamos: ¡Ojalá nunca nos falte agosto en La Mata! 

No hay mejor manera de finalizar que aprovechar un ya popular verso matense para cantar todos juntos:

🎶Es fenomenal, es fenomenal, vernos todos juntos otro año en el corral. 🎶

🎶Es fenomenal, es fenomenal, vernos todos juntos otro año en el corral. 🎶

¡VIVA LA MATA DE CURUEÑO!

 

2 de julio de 2024

In memoriam. León Saturnino, 101 años

León Saturnino, en el homenaje que recibió en 2003

El pasado mes de abril ha fallecido el matense León Saturnino Tascón Bayón, a los 101 años. Nos hemos enterado, tarde,  por una trabajadora de la residencia donde residía, pues en su habitación tenía la placa homenaje que le entregó el pueblo de La Mata de Curueño en agosto del año 2003.

Así glosó Miguel Fuertes aquel acto:

Ofrecemos hoy homenaje  a tres de los ocho nacidos en La Mata de Curueño hace 80 años. Son León Saturnino Tascón Bayón, Araceli Loreto Castro Sierra y Mª Consuelo Clemente Flórez; también a Mari Natividad Montoya Almarza,  la cual durante años ha pasado temporadas de verano entre nosotros y que siempre ha deseado participar en este acto. Hacemos, asimismo, memoria de quienes nacieron en 1923 y ya han fallecido: Ángel García López, Emilia Castro García, cuyo esposo Pedro e hijos, Antonio y Maru  nos acompañan durante el verano; y Conrado Bayón Bayón, hermano de Otilia, Adela y Sofía; también, para Benilde Bayón Bayón y Justa Robles Bayón.

A Saturnino, Araceli y Consuelo les une una misma circunstancia vital: muy de niños abandonaron con sus padres la casa natal y apenas si han vuelto a visitar el pueblo que les proporcionó la primera luz. Han sabido que el destino les ha unido a las gentes de generaciones que hoy representamos, como eslabones imprescindibles para que permanezca en el tiempo la cadena fuerte e imperecedera de La Mata. Por eso, veneramos su vida.

Saturnino trae aquí y ahora el recuerdo de los abuelos maternos, Narciso y Martina, moradores de la casa en la que vivieron hasta hace unos años Pura y Juan. Como el de su madre, Elvira, fallecida en 1992 a los 92 años, la cual fue referencia de hospitalidad en su casa de la calle Cid de León para muchos vecinos del pueblo que necesitaban hacer gestiones en la capital

Unos años de escuela y alguno de bachillerato en los maristas te sirvieron para la gran obra profesional de tu vida: desde los 15 años hasta la jubilación en 1988, como aprendiz, empleado, jefe de talleres y gerente de Cristalerías Rodríguez de León. Los empresarios, compañeros y muchos clientes te reconocieron en su día tus dotes de buen hacer y de responsabilidad.

Has sido también ejemplar en la otra gran obra de tu vida: desde el 6 de noviembre de 1948 en que te uniste a tu esposa Mª Ventura formando una familia a la que te has dedicado totalmente, como testimonian agradecidos y fieles tus hijos, Miguel y Eva, los nietos María, Carmen, Luis y Marta, así como otros familiares que han conocido tus desvelos.

Saturnino, como deseas, veneramos hoy contigo y con los presentes la memoria de tu madre Elvira que, entre otras facetas hermosas de su vida que bien conociste y admiraste con devoción filial, dedicó muchos de sus afanes a atender con afecto a vecinos de este pueblo. Acepta tú nuestro sincero agradecimiento para tu madre. Y también, rendimos admiración a tu vida de trabajador responsable y leal.


                                                                                    EL SEÑOR
              DON LEÓN SATURNINO TASCÓN BAYÓN

(VDO DE Dª MARIA VENTURA GARCÍA GUERRERO)Falleció en León, el día 26 de abril de 2024 a los 101 años de edad ,
habiendo recibido los Stos. Sacramentos y la B.A.
D.E.P.
Sus hijos: Luis Miguel, Mari Nieves, Eva María y Fernando; nietos: María y Miguel, Carmen, Luis y Laura, Marta y Patricio; biznietos: Álvaro, Mencía, Carmen, Alonso, Lorenzo, Gonzalo, Mencía y Marta; hermanos: Miguel Ángel y Rosi, Jose Luis y Blanca; sobrinos, primos y demás familia.

Ruegan oraciones por su alma y le comunican que se celebrarán EXEQUIAS Y MISA DE FUNERAL EL DÍA 27 DE ABRIL A LAS CINCO Y MEDIA DE LA TARDE EN LA IGLESIA PARROQUIAL DE LA ANUNCIACIÓN.

Seguidamente se procederá a su inhumación en el cementerio de TROBAJO DEL CAMINO.
CAPILLA ARDIENTE: SALA 10- TANATORIO DE LEÓN (AVDA. PEREGRINOS, 14)