Recordando tradiciones. La Virgen Peregrina
Existieron costumbres tradicionales en la vida diaria de La Mata de Curueño que han ido desapareciendo hasta no quedar de ellas más que un vago recuerdo y otras que han perdurado o que se han ido rescatando. Además de los elementos idiosincráticos como son el pendón, el escudo y la bandera o el Himno a La Mata y el Himno a San Martín, hay otras tradiciones que desde la Asociación Los Cantarales se intentan preservar con la intención de que pervivan en el recuerdo.
Ahí están el
repique de campanas, la hacendera, la espalada, la vecera,
la cuelga de cumpleaños, el salir mozo, el salir moza y poner
el ramo, la parva, el pagar el piso, el rebusco, el
pan a la salida de misa o las caridades, el palo de los pobres, la fiesta
del árbol, los aguinaldos y los apadrinamientos, la comida
de la borrega, la vieja del monte, para el lobo, para casa quemada, la
carraca o la Virgen Peregrina. Mención aparte merece el ramo
leonés, elemento decorativo que se utilizaba durante las fiestas navideñas
en distintos pueblos de la provincia y se ofrecía a la Virgen María en la misa
de Gallo, pero que no tuvo ningún arraigo en La Mata, hasta años recientes.
La Virgen Peregrina.
La imagen de la Virgen
Milagrosa la regaló Mª Andrea Fernández Aller en los años cuarenta del
siglo pasado, estaba casada con el médico de La Vecilla de Curueño y enfrente
de su casa había unas colonias que llevaban “las monjas de la Caridad” y por su
mediación consiguió la Virgen que aún hoy recorre las casas de La Mata de
Curueño. Se recuerda que anteriormente había en La Mata una imagen de la Virgen
muy deteriorada que iba por las casas.
Plácido Fernández
García recordaba en la revista “La Mata de Curueño, un pueblo que nos une”:
En el pasado,
solía estar dos días en cada casa. Todo el mundo lo sabía. Cuando alguien
llamaba y llevaba en su mano una reducida caja de madera de color castaño,
sabíamos que tocaba la Virgen.
Recuerdo que
cuando estábamos todos en casa, mi madre decía: ”Hay que dar la bienvenida a la
Virgen”. Sacaba un librito, y de rodillas, desgranaba una serie de oraciones y
letanías que acompañábamos en familia y que a mí se me antojaban muy largas.
“Ha llegado para
nosotros, ¡oh dulce y tierna madre!, el momento feliz de veros en nuestra
casa…; esta familia no acierta a manifestaros su agradecimiento, pero os da su
bienvenida y os recibe llena de filial cariño”.
Lo mismo se hacía
a la hora de marchar, pues se le daba la despedida:
“¡Oh cariñosa
madre. Ha llegado la hora de vuestra marcha y nuestros corazones se ven
precisados a daros la despedida llenos de pena y sentimiento”, “…no os retiréis
sin bendecirnos”.
Se percibía un
secreto sentimiento de que la Virgen era una más de la familia durante esos
días de visita. Era la Madre que veía nuestros asuntos, atendía nuestros ruegos
y velaba sobre la casa. La imagen de la Virgen Milagrosa, con sus manos
abiertas, parecía sonreír detrás del cristal.
Durante el día, el
humilde homenaje que cada uno le ofrecía era la vela encendida o,
sencillamente, el vasito con agua y aceite y una mechita encendida flotando.
A la despedida, se
daba una pequeña limosna, metida por la ranura que tenía a sus pies y que
sonaba al caer en la base de la caja de madera.
En general, los
chiquillos nos encargábamos de llevarla al vecino con un diálogo que ya era
costumbre:
-María, ¡que le traigo la Virgen!
-Gracias, hijo.
-Que
le vaya bien, ¡hasta mañana!
Y la imagen de la
Virgen Peregrina, en su cajoncito de madera con un cristal por delante,
entraba, al caer la tarde, en otra casa del pueblo para ser en la nueva familia
fortaleza de fe y cercanía en sus necesidades.
Según Google y la IA,
la tradición de la Virgen Peregrina tiene orígenes
diversos, destacando la devoción en Pontevedra (España) desde
el siglo XVIII, ligada al Camino Portugués; y el movimiento de Schoenstatt
(Brasil) a mediados del siglo XX, donde se inició la práctica de
llevar una imagen de la Virgen de Schoenstatt a las casas, inspirándose en la
idea de María visitando a las familias. También existen advocaciones como la
de Sahagún (León), con su propia talla de Roldana desde el siglo
XVII, mostrando que la idea de una Virgen viajera se relaciona con el espíritu
jacobeo y la devoción popular a María.

No hay comentarios:
Publicar un comentario