Pregón de fiestas 2024 - La Mata
En 1933, en Buenos Aires, Federico García Lorca y Pablo Neruda dieron un discurso al alimón destacando la figura de Rubén Darío.
Salvando las distancias, este año Roxana Fernández, Cristina Rodríguez, Carmen Tarodo y Raquel Santiago dieron el pregón de fiestas de La Mata de Curueño al alimón de cuatro voces.
PREGÓN 2024. LA
MATA DE CURUEÑO
Roxana:
¡Qué rica la comida vecinal de hoy!
Cristina:
¡Sí! tenemos al mejor equipo de cocina del mundo, y aún quedan las sopas y
limonada.
Roxana:
¿Y quién dará el pregón este año?
Cristina:
Se rumorea que la nieta de Pedro y la de la casa verde.
Carmen:
No, no. Si a mí me han dicho que lo dais la nieta de Adolfo y la hija de Miros.
Roxana:
¿Nosotras? Pero si aún somos demasiado jóvenes.
Raquel:
Eso dilo por ti.
Carmen:
¿Y si lo hacemos entre las 4?
Interacción
del público.
Cristina:
Podemos hacerlo, ¡vamos equipo! Es un honor inaugurar las fiestas de nuestro
pueblo.
Roxana:
¡Qué ilusión! Vamos arriba.
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¡Buenas noches, hijas e hijos de La Mata!
Qué alegría volvernos a reunir. Nos hace una
ilusión inmensa estar en el corral de las Sopejas otro año más. Volvernos a
encontrar y, sobre todo, celebrar rodeadas de tanta gente que queremos una de
las noches más especiales del año.
No os vamos a mentir, ha sido un auténtico
reto para nosotras escribir este pregón entre las cuatro. Cada una con sus
vivencias, sus raíces matenses o no, su forma de expresión y también una
pequeña diferencia de edad. Pero por encima de todo ello, está nuestra amistad,
ya que como ha proclamado tantos años nuestro boletín, La Mata es un pueblo que
nos une. Basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de la suerte
que tenemos de juntarnos con nuestra familia matense y ver cómo sigue creciendo
año tras año, siempre teniendo presentes a quienes ya no están. Y es que La
Mata nos une con nuestro ayer, hoy y mañana. Esta noche queremos hacer un
pequeño viaje a través del tiempo, visitando el pasado, tomando conciencia del
presente, y proyectando lo que esperamos sea el futuro de este pueblo al que
tanto queremos.
Haciendo memoria, los que pasamos nuestros primeros veranos
aquí aseguramos que entre Santa Colomba y Pardesivil, debía de haber una brecha
en el espacio-tiempo.
Cómo si no íbamos a poder construir nuevos mundos, en forma
de base o de chamizo donde establecer nuestras normas y ser totalmente
nosotros.
Cómo íbamos a pasar tantas horas jugando en el teleclub, o
haciendo expediciones por pinares, por castillos ya invisibles o por las
cuevonas del río y aun así sacar tiempo para aprender bailes en el patio
de María Jesús.
Cómo íbamos a hacer todos los trayectos en bicicleta, ya
fuera un paseo a Sopeña o la plaza de al lado; o jugar a escondernos y
buscarnos todas las noches, pero solo hasta que bajaba la luz.
¿Cómo podía ocurrir tantísimo en tan solo unas semanas?
En realidad, da igual si pasaste tus primeros veranos aquí o
no, basta con pasar un día en este pueblín para involucrarte en un juego, en un
paseo al río o en una partida de cartas. Y es que a veces sin saberlo,
recorriendo estos caminos que guardan los pasos del ayer, revivimos las pisadas
de quienes nos precedieron.
Todos tenemos un familiar o un vecino del que hemos tenido la
suerte de aprender los valores y costumbres de nuestra tierra, esos que ahora
tratamos de mantener. Por ejemplo, recordamos ver a Sofía con las pastas
preparadas y un café cada vez que alguien la venía a ver. Aquí es difícil
encontrar una casa que no esté abierta para recibir y acoger a cualquiera en
nuestro pueblín. Así hizo la tía Ángeles conmigo, la más pequeña de todos sus
sobrinos, cuando con 6 años mi querido padre decidió traerme a “pasar el día”
en La Mata para aprender a andar en bici… y ya nunca quise irme.
Tanto si tuvimos la suerte de conocer a nuestros mayores,
como si no hemos podido disfrutar o crear recuerdos con esas personas, siempre
hay un vecino o amigo que te acerca a ellas a través de anécdotas, historias o
vivencias que conforman la memoria colectiva, dando paso a la historia de La
Mata. Para mí, aun sin tener recuerdos de mi abuela, he crecido sintiéndola
cerca gracias a los que me habéis contado cómo la tía Nieves os ha curado algún
hueso roto, ha ayudado en el nacimiento de algún familiar e incluso, ese cariño
reflejado a día de hoy con la receta de su ungüento.
Dicen que “nadie muere del todo, mientras haya alguien que lo
recuerde” y, si es así, La Mata debe contener muchas vidas. Las paredes de
nuestras casas narran las historias de nuestros antepasados, y aunque no puedan
contener todo lo que fueron, nos acercan a ellos. Por eso venir a La Mata es
una manera de honrarles y conocerles.
Ese ayer de nuestras familias, se hace presente hoy en cada
uno de nosotros y en nuestras costumbres, que nos llevan a estar aquí reunidos
bajo nuestro cielo estrellado favorito, en este corral de las sopas. Gracias
tío Ruper y tía Mari Tere, igual que a todos los que antes habéis cedido
vuestro hogar, para que esta bonita tradición siga viva.
Esta semana de fiestas, el inmenso número de actividades te incita
e impulsa a estar en la calle, a estar alegre, a estar con los tuyos. En
definitiva, a estar. En realidad, hay pocos lugares en los que “vivir y sentir
el presente” sea tan sencillo como en La Mata.
Ahora que estamos rodeados de tanta gente conocida, nos
faltan horas para ponernos al día, para contarnos cómo nos va la vida. Pero
cuando en nuestras calles no reina el bullicio festivo, La Mata da voz a lo que
el ruido de nuestra vida cotidiana había mantenido callado. Porque, a veces,
las preguntas que habitan en cada uno, las responde el río, o el silencio de un
pinar cuando sales a por níscalos, o la vista de Peña Valdorria desde
Moncabrón, o el libro que lees junto a la lumbre en los días fríos. La Mata nos
ofrece el enorme regalo que es el tiempo dedicado a lo que nos gusta. No es de
extrañar que nuestras casas sean a la vez talleres, en los que disfrutamos
tanto del proceso como del resultado, ni que en las huertas comiencen a crecer
los frutos de esta temporada, que son prueba fehaciente del cariño y del
cuidado que, durante meses les han concedido sus hortelanos.
Todo esto sucede tras bajar la cuesta de entrada a
nuestro pueblo, cuando dejamos un poco de lado esta sociedad que nos impone un
ritmo vertiginoso y nos empuja a la individualidad. La Mata es una pequeña
aldea rebelde, poblada por irreductibles matenses que resisten todavía y
siempre cocinando la vida a fuego lento y fomentando un sentimiento de
comunidad. Aquí los calabacines no vienen del supermercado, sino que viajan en
carretilla hasta alguna puerta que siempre tiene las llaves puestas por fuera,
ya que todos nos vemos como una gran familia, un gran equipo orgulloso de
serlo. Este año, incluso lo hemos reivindicado en las calles de León haciendo
desfilar nuestro pendón por San Froilán, iniciando lo que esperamos sea una
nueva tradición. Y así ha surgido también esta misma semana la nueva Asociación
Cultural de La Mata, a través de la cual esperamos dar cabida a todas las ideas
del imaginario colectivo para fomentar la unión en nuestro pueblo.
Este vínculo tan fuerte que hemos ido cultivando año tras
año, ha florecido en amistades indispensables que a día de hoy traspasan las
fronteras del pueblo, y nos hace buscar cualquier excusa para vernos,
encontrarnos y disfrutarnos todo el año. Lo curioso es que, aquí donde
nos veis, nosotras 4 que parecemos inseparables, en realidad pertenecemos a 3
generaciones diferentes. Como en ocasiones ocurre en La Mata, las que antes
eran las “mayores” o “mayores-mayores” para unas o las “pequeñas” para otras,
acaban convergiendo en una misma sudadera. Nosotras siempre seremos
“Butanoland” y “La Mata University”, pero ahora también somos “Friends
de La Mata”.
Esta es la esencia de nuestro pueblo, que tiene el don de
unir, independientemente de la edad, origen o lugar donde vivamos. Todos
tenemos marcada esta fecha en el calendario, convirtiéndose en la convocatoria
perfecta donde se suceden los reencuentros con amigos y también familiares.
Porque muchas veces la vida nos lleva lejos de los nuestros, y así lo refleja
la historia matense, donde fueron y son muchos los que han tenido que emigrar.
Quizás es por eso que cuando llegan las fiestas y pensamos en los reencuentros
y comidas familiares, se nos dibuja una sonrisa en la cara.
Somos conscientes de que la mayor parte de nuestras vivencias
se centran en verano, pero cuando aparecen los quitameriendas, La Mata sigue
latiendo gracias a nuestros vecinos que viven aquí durante el año. Esas
personas que nos inspiran y nos hacen pensar “ojalá poder estar más tiempo y
llamar a La Mata hogar”.
Aunque nos dé un poco de vértigo, al igual que dar este
pregón, nos imaginamos haciéndonos mayores aquí, asistiendo al homenaje de los
80 con nuestros amigos, volviendo año tras año con nuestras familias,
sentándonos en el mismo banco de siempre, con la misma gente, dando paseos
nocturnos hablando sobre todo y nada, compartiendo momentos en nuestro micro
mundo.
Terminado nuestro viaje, no podemos olvidarnos de para qué
estamos hoy. Estamos aquí para recordaros que sólo nos quedan dos días de
fiesta y tenemos que exprimirlos al máximo. Vamos a mirarnos, sonreírnos y
disfrutar de nuestra semana grande, sigamos creando recuerdos, y por supuesto
anécdotas.
Para nosotras, la vida es eso que pasa entre Corral de las
Sopejas y Corral de las Sopejas. Y por eso siempre proclamamos: ¡Ojalá nunca
nos falte agosto en La Mata!
No hay mejor manera de finalizar que aprovechar un ya popular
verso matense para cantar todos juntos:
🎶Es fenomenal, es fenomenal,
vernos todos juntos otro año en el corral. 🎶
🎶Es fenomenal, es
fenomenal, vernos todos juntos otro año en el corral. 🎶
¡VIVA LA MATA DE CURUEÑO!
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