7 de septiembre de 2024

Pregón de fiestas 2024 - La Mata

En 1933, en Buenos Aires, Federico García Lorca y Pablo Neruda dieron un discurso al alimón destacando la figura de Rubén Darío.
Salvando las distancias, este año Roxana Fernández, Cristina Rodríguez, Carmen Tarodo y Raquel Santiago dieron el pregón de fiestas de La Mata de Curueño al alimón de cuatro voces. 

PREGÓN 2024. LA MATA DE CURUEÑO

Roxana: ¡Qué rica la comida vecinal de hoy!

Cristina: ¡Sí! tenemos al mejor equipo de cocina del mundo, y aún quedan las sopas y limonada.

Roxana: ¿Y quién dará el pregón este año?

Cristina: Se rumorea que la nieta de Pedro y la de la casa verde.

Carmen: No, no. Si a mí me han dicho que lo dais la nieta de Adolfo y la hija de Miros.

Roxana: ¿Nosotras? Pero si aún somos demasiado jóvenes.

Raquel: Eso dilo por ti.

Carmen: ¿Y si lo hacemos entre las 4?

Interacción del público.

Cristina: Podemos hacerlo, ¡vamos equipo! Es un honor inaugurar las fiestas de nuestro pueblo.

Roxana: ¡Qué ilusión! Vamos arriba.

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¡Buenas noches, hijas e hijos de La Mata!

Qué alegría volvernos a reunir. Nos hace una ilusión inmensa estar en el corral de las Sopejas otro año más. Volvernos a encontrar y, sobre todo, celebrar rodeadas de tanta gente que queremos una de las noches más especiales del año.

No os vamos a mentir, ha sido un auténtico reto para nosotras escribir este pregón entre las cuatro. Cada una con sus vivencias, sus raíces matenses o no, su forma de expresión y también una pequeña diferencia de edad. Pero por encima de todo ello, está nuestra amistad, ya que como ha proclamado tantos años nuestro boletín, La Mata es un pueblo que nos une. Basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de la suerte que tenemos de juntarnos con nuestra familia matense y ver cómo sigue creciendo año tras año, siempre teniendo presentes a quienes ya no están. Y es que La Mata nos une con nuestro ayer, hoy y mañana. Esta noche queremos hacer un pequeño viaje a través del tiempo, visitando el pasado, tomando conciencia del presente, y proyectando lo que esperamos sea el futuro de este pueblo al que tanto queremos.

Haciendo memoria, los que pasamos nuestros primeros veranos aquí aseguramos que entre Santa Colomba y Pardesivil, debía de haber una brecha en el espacio-tiempo.

Cómo si no íbamos a poder construir nuevos mundos, en forma de base o de chamizo donde establecer nuestras normas y ser totalmente nosotros.  

Cómo íbamos a pasar tantas horas jugando en el teleclub, o haciendo expediciones por pinares, por castillos ya invisibles o por las cuevonas del río y aun así sacar tiempo para aprender bailes en el patio de María Jesús.

Cómo íbamos a hacer todos los trayectos en bicicleta, ya fuera un paseo a Sopeña o la plaza de al lado; o jugar a escondernos y buscarnos todas las noches, pero solo hasta que bajaba la luz. 

¿Cómo podía ocurrir tantísimo en tan solo unas semanas?

En realidad, da igual si pasaste tus primeros veranos aquí o no, basta con pasar un día en este pueblín para involucrarte en un juego, en un paseo al río o en una partida de cartas. Y es que a veces sin saberlo, recorriendo estos caminos que guardan los pasos del ayer, revivimos las pisadas de quienes nos precedieron.

Todos tenemos un familiar o un vecino del que hemos tenido la suerte de aprender los valores y costumbres de nuestra tierra, esos que ahora tratamos de mantener. Por ejemplo, recordamos ver a Sofía con las pastas preparadas y un café cada vez que alguien la venía a ver. Aquí es difícil encontrar una casa que no esté abierta para recibir y acoger a cualquiera en nuestro pueblín. Así hizo la tía Ángeles conmigo, la más pequeña de todos sus sobrinos, cuando con 6 años mi querido padre decidió traerme a “pasar el día” en La Mata para aprender a andar en bici… y ya nunca quise irme.

Tanto si tuvimos la suerte de conocer a nuestros mayores, como si no hemos podido disfrutar o crear recuerdos con esas personas, siempre hay un vecino o amigo que te acerca a ellas a través de anécdotas, historias o vivencias que conforman la memoria colectiva, dando paso a la historia de La Mata. Para mí, aun sin tener recuerdos de mi abuela, he crecido sintiéndola cerca gracias a los que me habéis contado cómo la tía Nieves os ha curado algún hueso roto, ha ayudado en el nacimiento de algún familiar e incluso, ese cariño reflejado a día de hoy con la receta de su ungüento.

Dicen que “nadie muere del todo, mientras haya alguien que lo recuerde” y, si es así, La Mata debe contener muchas vidas. Las paredes de nuestras casas narran las historias de nuestros antepasados, y aunque no puedan contener todo lo que fueron, nos acercan a ellos. Por eso venir a La Mata es una manera de honrarles y conocerles.

Ese ayer de nuestras familias, se hace presente hoy en cada uno de nosotros y en nuestras costumbres, que nos llevan a estar aquí reunidos bajo nuestro cielo estrellado favorito, en este corral de las sopas. Gracias tío Ruper y tía Mari Tere, igual que a todos los que antes habéis cedido vuestro hogar, para que esta bonita tradición siga viva.

Esta semana de fiestas, el inmenso número de actividades te incita e impulsa a estar en la calle, a estar alegre, a estar con los tuyos. En definitiva, a estar. En realidad, hay pocos lugares en los que “vivir y sentir el presente” sea tan sencillo como en La Mata.

Ahora que estamos rodeados de tanta gente conocida, nos faltan horas para ponernos al día, para contarnos cómo nos va la vida. Pero cuando en nuestras calles no reina el bullicio festivo, La Mata da voz a lo que el ruido de nuestra vida cotidiana había mantenido callado. Porque, a veces, las preguntas que habitan en cada uno, las responde el río, o el silencio de un pinar cuando sales a por níscalos, o la vista de Peña Valdorria desde Moncabrón, o el libro que lees junto a la lumbre en los días fríos. La Mata nos ofrece el enorme regalo que es el tiempo dedicado a lo que nos gusta. No es de extrañar que nuestras casas sean a la vez talleres, en los que disfrutamos tanto del proceso como del resultado, ni que en las huertas comiencen a crecer los frutos de esta temporada, que son prueba fehaciente del cariño y del cuidado que, durante meses les han concedido sus hortelanos.

Todo esto sucede tras bajar la cuesta de entrada a nuestro pueblo, cuando dejamos un poco de lado esta sociedad que nos impone un ritmo vertiginoso y nos empuja a la individualidad. La Mata es una pequeña aldea rebelde, poblada por irreductibles matenses que resisten todavía y siempre cocinando la vida a fuego lento y fomentando un sentimiento de comunidad. Aquí los calabacines no vienen del supermercado, sino que viajan en carretilla hasta alguna puerta que siempre tiene las llaves puestas por fuera, ya que todos nos vemos como una gran familia, un gran equipo orgulloso de serlo. Este año, incluso lo hemos reivindicado en las calles de León haciendo desfilar nuestro pendón por San Froilán, iniciando lo que esperamos sea una nueva tradición. Y así ha surgido también esta misma semana la nueva Asociación Cultural de La Mata, a través de la cual esperamos dar cabida a todas las ideas del imaginario colectivo para fomentar la unión en nuestro pueblo. 

Este vínculo tan fuerte que hemos ido cultivando año tras año, ha florecido en amistades indispensables que a día de hoy traspasan las fronteras del pueblo, y nos hace buscar cualquier excusa para vernos, encontrarnos y disfrutarnos todo el año.  Lo curioso es que, aquí donde nos veis, nosotras 4 que parecemos inseparables, en realidad pertenecemos a 3 generaciones diferentes. Como en ocasiones ocurre en La Mata, las que antes eran las “mayores” o “mayores-mayores” para unas o las “pequeñas” para otras, acaban convergiendo en una misma sudadera. Nosotras siempre seremos “Butanoland” y “La Mata University”, pero ahora también somos “Friends de La Mata”.

Esta es la esencia de nuestro pueblo, que tiene el don de unir, independientemente de la edad, origen o lugar donde vivamos. Todos tenemos marcada esta fecha en el calendario, convirtiéndose en la convocatoria perfecta donde se suceden los reencuentros con amigos y también familiares. Porque muchas veces la vida nos lleva lejos de los nuestros, y así lo refleja la historia matense, donde fueron y son muchos los que han tenido que emigrar. Quizás es por eso que cuando llegan las fiestas y pensamos en los reencuentros y comidas familiares, se nos dibuja una sonrisa en la cara.

Somos conscientes de que la mayor parte de nuestras vivencias se centran en verano, pero cuando aparecen los quitameriendas, La Mata sigue latiendo gracias a nuestros vecinos que viven aquí durante el año. Esas personas que nos inspiran y nos hacen pensar “ojalá poder estar más tiempo y llamar a La Mata hogar”.

Aunque nos dé un poco de vértigo, al igual que dar este pregón, nos imaginamos haciéndonos mayores aquí, asistiendo al homenaje de los 80 con nuestros amigos, volviendo año tras año con nuestras familias, sentándonos en el mismo banco de siempre, con la misma gente, dando paseos nocturnos hablando sobre todo y nada, compartiendo momentos en nuestro micro mundo.

Terminado nuestro viaje, no podemos olvidarnos de para qué estamos hoy. Estamos aquí para recordaros que sólo nos quedan dos días de fiesta y tenemos que exprimirlos al máximo. Vamos a mirarnos, sonreírnos y disfrutar de nuestra semana grande, sigamos creando recuerdos, y por supuesto anécdotas. 

Para nosotras, la vida es eso que pasa entre Corral de las Sopejas y Corral de las Sopejas. Y por eso siempre proclamamos: ¡Ojalá nunca nos falte agosto en La Mata! 

No hay mejor manera de finalizar que aprovechar un ya popular verso matense para cantar todos juntos:

🎶Es fenomenal, es fenomenal, vernos todos juntos otro año en el corral. 🎶

🎶Es fenomenal, es fenomenal, vernos todos juntos otro año en el corral. 🎶

¡VIVA LA MATA DE CURUEÑO!

 

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