Pozo de la Olla - río Curueño
Antiguamente en La Mata había tres pozos donde nos bañabamos en el verano, el pozo de la Olla y el pozo de los curas, en el Soto y el pozo de los asturianos en Entrerrios.
El pozo de los asturianos y el pozo de los curas cubrían más bien poco, el pozo de la Olla nos cubría enteros y no nos dejaban ir solos. Al pozo de los curas había que ir cuando no estuviesen los curas, para no molestar o para no verlos, nunca supe porque no se podía ir si estaban los curas.
Al hacer el campamento JUMAVI la piscina fluvial en Entrerrios, el auge de los otros pozos fue decreciendo.
Gemma Miranda recuerda el pozo de la Olla en el boletín nº 107 correspondiente al otoño de 2007, en la sección Rincones mágicos.
Me sentí “mayor” el día en que me dejaron ir sola al río. Bueno, sola 
 significaba sin mi madre, pero con mi hermana y con las amigas. Cambié, 
 también, de pozo: de “Los Asturianos” al de “La Olla”. Del de los críos al 
 de la juventud y de los que sabían nadar. 
 
El “Pozo de la Olla” era más recogido y hermoso que ahora: Se cerraba 
 primero sobre la roca, donde había un saliente que se usaba a modo de 
 trampolín, y se abría, en su final, en abanico sobre las piedras, ya sin 
 profundidad. ¡Ni una gota de cemento! Solo la charca, el limo en la orilla y 
 un pequeño remolino en el centro. Semejaba una olla en ebullición, redondo y 
 burbujeante.  ¡Ah! Y lleno de truchas. 
Por la fiesta, la pandilla, enorme (más de quince personas) y crecida 
 porque nos acompañaban “los de Barrillos”, salimos al pozo de noche. Sin 
 linternas y con todo necesario para la “queimada”. Que ya veis que en La 
 Mata es un rito que tiene tradición. Unos por el camino de “La Fábrica”, 
 siempre inundado,  ¿dónde le voy a decir a mi madre que estuve cuando 
 vea estos vaqueros? y otros por las huertas, más corto pero con salto en la 
 presa. Y en aquella ocasión, seguro que algunos aún se acuerdan, con caída 
 entre el abono. Que era bastante peor que el agua, claro. Barro, abono y 
 frío. Pero el pozo iluminado por la luna (ya ven los malpensados que, aún 
 sin linternas no faltaba la luz) era divino. Y con el fuego de la “queimada” 
 era aún mejor. No había conjuros, pero los sustituían con ventaja los 
 “cago’n la luna” de Pinti. 
Hubo fiesta para todos: Para los que se perdieron, para los que se 
 encontraron, para los que se bañaron (para los malpensados, no había traje 
 de baño, pero tampoco la luna iluminaba tanto) (y he escrito “los que se 
 bañaron” no “las que se bañaron”), para los que bebieron, para los que se 
 mojaron, para los que estuvieron solo en espíritu…
El 
 “Pozo de la Olla” sigue, aunque cambiado: como nosotros mismos. La fiesta 
 también. Y la queimada, en La  Mata, aún sabe a recuerdos compartidos.

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