Crónica Filandón sobre la escuela de La Mata
Filandón homenaje a la escuela de La
Mata de Curueño, que
funcionó hasta 1971.
“Hice las
oposiciones de magisterio en 1951 y me vi como interina en la escuela de La
Mata de Curueño, que quedaba algo lejos del Bierzo de donde yo procedía, para
sustituir a un señor, al parecer casi ciego. Me orientaron que tomara el coche
de línea hacia Vegas del Condado y creo que nos dejaba en Barrio. Desde allí
andando 9 km. hasta La Mata. Al llegar me indicaron la casa de Román y Chon,
donde había estado la maestra anterior. Una vez al mes iba a cobrar el sueldo a
León andando 9 km. hasta el tren de La Vecilla.
El edifico
escolar era lo que llaman la Escuela vieja. Se accedía por una escalera
interior de madera con una barandilla para evitar que se cayesen los niños.
Hacia un lado estaba la mesa del maestro y en el otro los niños y las niñas, no
más de veinticinco. Empezábamos la jornada escolar con la señal de la cruz y
rezando un avemaría, para pasar luego lista con el fin de señalar las faltas a
clase”.
Así recordaba hace años la maestra
del curso 1952-1953, Josefina Courel sus primeros pasos en la enseñanza. Hoy su hijo, Gerardo Álvarez
Courel, presidente de la Diputación de León, participó en el filandón
intergeneracional homenaje a la escuela de La Mata de Curueño, que se cerró en
el año 1971 y leyó el escrito de su madre.
El acto, al que asistió el alcalde
del ayuntamiento de Santa Colomba de Curueño, Basilio Martínez, comenzó con una visita a la exposición de
fotografías y documentación ”Raíces y memoria” en la actual Casa de Cultura,
antigua escuela vieja y un filandón en la escuela nueva, actual Casa del
Concejo- Teleclub.
La maestra del año 1960 Carmina
Zapico Gil presente en el filandón leyó:
“Vivir en La
Mata fue un lujo, uno de los mayores de la vida. La vida era tranquila y
agradable. Vivía en casa de Eliseo y de Isidora, con los hijos que aún quedaban
en el pueblo, me sentí una más de la familia. Tenía plaza en propiedad en La
Mata y estuve año y medio, hasta que renuncié a la plaza. Transcurrían los días
trabajando, charlando y pasando muy buenos ratos en casa de Angelines, donde
solía acudir por las tardes D. Marcos, el párroco, para ver a tía Elisa. Por la
noche, jugábamos una partidita a las cartas y después, nos sentábamos al calor
de la chapa de la cocina.
Tengo
presente aquella escuela, habilitada hoy como Teleclub, y en la que la cocina y
una habitación estaban unidas para formar el aula; nuestro patio de recreo era
la calle y en invierno se organizaban peleas con bolas de nieve. No faltaba
ningún niño a clase, hasta los hermanos Panera que eran los que más lejos
vivían y que a veces eran los primeros en llegar. Y como no recordar a los
niños que eran doce, aunque oscilaba el número porque se incorporaban el
sobrino de D. Marcos y el de Angelines cuando pasaban temporadas en el pueblo”.
La secretaria de la asociación
cultural “Los Cantarales, de La Mata de Curueño, organizador del evento leyó un
escrito de Ruperto Rodríguez Castro recordando su paso por la escuela como alumno:
“Mis años en
la escuela se desarrollaron en los cincuenta. Se comenzaba a ir con seis años y
se permanecía hasta los catorce, aunque algunos, como yo, nos íbamos antes para
hacer estudios en otro lugar o les sacaban los padres para comenzar muy pronto
la vida de trabajo ayudando en casa o haciendo de motril en otra. Destaco
algunas “historias” de mis pocos años en la escuela vieja y en la nueva, ya que
me tocó estrenar la habitación que hizo de aula en la Casa del Maestro, que
conocemos, ya restaurada, como Teleclub.
Hoy, sin
comer. Así nos castigó un día Dª Sebastiana, en 1952, cuando yo tendría unos
diez años, sería por no saber la lección. Así que se fueron todos a comer y
nosotros a ver la forma de escaparnos. Había en el exterior de una de las
ventanas, como dos salientes de madera en forma de estaca y aferrándonos fuerte
con las manos, saltamos como unos tres metros. Luego, a comer corriendo y
volver a estar dentro, para cuando volviera la maestra. Alguien que no recuerdo
bien (quizás Gaspar) acercó una escalera por la cual subimos. Cuando llegó Dª
Sebastiana nos perdonó y nos dejó “ir a comer”. Por supuesto que nos fuimos, no
a comer, claro, sino para hacer tiempo y volver antes de iniciar la clase de la
tarde”.
Se cerró el filandón con la donación
por parte de los sobrinos de la maestra del año 1962, doña Emérita León,
hermana del luchador Felipe León, de un cuadro pintado por ella y una foto de
los asistentes en el exterior de la escuela.
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