Ermita de San Tirso
El sábadp 28 de enero tuvo lugar la reinauguración de la ermita de San Tirso, en Pardesivil. Esta es la crónica aparecida en Diario de León:
No son reyes pero son magos
Ni mirra, ni oro, ni incienso, sino pico y pala han acompañado durante dos años a los vecinos de Pardesivil, que ayer vieron cómo su sueño se hacía realidad al reinaugurar la ermita que han arreglado.ana g. valencia | pardesivil 29/01/2012
Los habitantes de Pardesivil, un pequeño pueblo anclado a las orillas del Curueño, han encontrado la fórmula para emocionar el alma. Una receta donde el dinero carece de importancia y deja paso al tesón, las ganas y la ilusión. Así después de dos años y medio estos vecinos ayer estaban de enhorabuena. San Tirso, su patrón, ya cuenta con una nueva ermita levantada a base de empeño sobre unos viejos cimientos del siglo XVII. El sol acompañó a los fieles, aunque el frío se hacía notar en los huesos. Los cierto es que estas gentes ya están acostumbradas, pues han trabajado para arreglar su templo bajo un sol de justicia y una helada aterradora.
Esta historia, en la que la experiencia da una lección de vida, comenzó a fraguarse en agosto de 2009, durante la celebración de las fiestas de verano. Un grupo de vecinos tuvo una idea que hoy es un sueño colectivo hecho realidad. «¿Por qué no nos ponemos manos a la obra y reconstruimos nuestra ermita?», y dicho y hecho. María, Encarna, Francisco, Marcos... y así hasta todos los habitantes y allegados a la localidad, se convirtieron en trabajadores improvisados, una cuadrilla que supera una media de edad de 60 años. Juntos limpiaron los escombros del templo abandonado hace 40 años, levantaron los muros y reconstruyeron el tejado, todo ello bajo las órdenes altruistas del arquitecto Julio Melguizo. Esta idea se fue retroalimentando y a la ermita subía cada vez más gente. Según cuentan los implicados, «después de cada jornada, los comités de trabajo nos reuníamos en el salón de pueblo con un vinito — bromean— y organizábamos las próximas tareas. Si quedábamos a las nueve, a las ocho y media ya estábamos camino de la ermita, algunos días éramos 25 y otros 2 trabajando pero siempre con muchas ganas», subrayan. Invierno y verano han sido los aliados de estos voluntarios, que si por algo se caracterizan es por su afán de recuperar las tradiciones. Hace tres años volvió a bailarse el pendón del pueblo, que ayer acompañó a los vecinos hasta su ermita, se mejoró una fuente, incluso el padre Jaime R. Lebrato recuperó una de las pastoradas más antigua de la provincia, que no podía ser otra que la de Pardesivil.
Todos a una. El fraile dominico, Marcos Rodríguez se encargó de tallar un bonito Cristo que preside el templo, «es un poema», confiesa el artista. Además el religioso ha sido el encargado de labrar el altar y la sede del templo. Un trabajo conjunto que ayer escuchó, al fin, las palabras más ansiadas: «En nombre del Obispo Julián, queda abierto el culto en la ermita de San Tirso Mártir», aprobó el arcipreste, Abel Viñuela y los aplausos resonaron entre los muros de la capilla. Esta era la primera misa que se celebraba en el templo en los últimos 40 años. El agua bendita rebautizó la iglesia que desde ayer «cargará a muchos las pilas del alma».
Pardesivil estrenará el próximo sábado ermita gracias al empeño de todo un pueblo y después de más de tres años de trabajos. La aventura comenzó en agosto del 2008, según recuerda Encarna Fernández, una de las impulsoras del proyecto junto a su hermana María, presidenta de la Junta Vecinal. Las tareas de desescombro de la ermita —en ruinas desde hace más de 40 años— comenzaron de la mano de dieciocho personas «provistas de palas, hoces, azadas, carretillos y un tractor», apunta Encarna que recuerda a que los voluntarios aportaban «más voluntad que conocimientos técnicos» para sacar adelante un proyecto que salió adelante con apenas los donativos de la gente de Pardesivil y mucho esfuerzo.
Y el 24/01/2012 aparecía también en Diario de León:
Atrás quedan los enfrentamientos que el pueblo tuvo con el Obispado por la titularidad de la ermita. Muros y trabas institucionales hoy «felizmente superados». «No hay que hacer más sangre», señala Encarna que prefiere olvidar los malos momentos pasados y quedarse con los buenos, como los ‘milagros’ que aparecían periódicamente para dar solución a problemas imposibles. Encarna menciona a Julio Melguizo, un arquitecto a quien «conseguimos contagiar nuestro entusiasmo mostrándose extremadamente generoso a la hora de pasar sus honorarios». Tampoco olvida a la geóloga Laura Fernández, que realizó el informe que se precisaba para poner en marcha las obras «sin cobrarnos por ello». A esta sucesión de buenas intenciones se sumaron dos albañiles, conocidos como «la pareja», «que intervinieron allí donde nosotros no podíamos llegar y a los que se pagaba cuando y como se podía»... además de un ingreso inesperado en la cuenta abierta para sufragar los gastos de la ermita «justo cuando más se necesitaba». También habla de Marco Rodríguez Robles, escultor de la zona, que ha levantado un cristo único para la iglesia del que se enorgullece todo el pueblo.
Y es que, afirma contundente Encarna, «San Tirso quería su ermita», como recordaba el padre Jaime R. Lebrato, uno de los dominicos del pueblo «que conoce bien las condiciones en que trabajábamos».
De aquellos esfuerzos, «soportando heladas que calaban los huesos y soles de justicia», viene ahora la compensación de tener en pie, de nuevo, «la ermita del pueblo», nunca mejor dicho.
Pardesivil estrenará el próximo sábado ermita gracias al empeño de todo un pueblo y después de más de tres años de trabajos. La aventura comenzó en agosto del 2008, según recuerda Encarna Fernández, una de las impulsoras del proyecto junto a su hermana María, presidenta de la Junta Vecinal. Las tareas de desescombro de la ermita —en ruinas desde hace más de 40 años— comenzaron de la mano de dieciocho personas «provistas de palas, hoces, azadas, carretillos y un tractor», apunta Encarna que recuerda a que los voluntarios aportaban «más voluntad que conocimientos técnicos» para sacar adelante un proyecto que salió adelante con apenas los donativos de la gente de Pardesivil y mucho esfuerzo.
Y el 24/01/2012 aparecía también en Diario de León:
Una fiesta por todo lo alto. La cita para «reinaugurar» la iglesia será a las doce y media del mediodía, con una misa que dirigirá el arcipreste del Curueño Porma, ayudado por el párroco. Ambos sustituirán al obispo de León, que se había comprometido a oficiar la misa y que finalmente ha excusado su presencia. «Será una fiesta por todo lo alto», avanza Encarna, que garantiza la presencia en el acontecimiento de todos aquellos que hicieron posible el milagro. Ese ‘todos’ incluye a «quienes aún tienen callos en las manos de trasegar con piedras y cementos, quienes nos alentaron y quienes recuerdan con añoranza que en aquellos soportales quedaron jirones de su infancia».
Atrás quedan los enfrentamientos que el pueblo tuvo con el Obispado por la titularidad de la ermita. Muros y trabas institucionales hoy «felizmente superados». «No hay que hacer más sangre», señala Encarna que prefiere olvidar los malos momentos pasados y quedarse con los buenos, como los ‘milagros’ que aparecían periódicamente para dar solución a problemas imposibles. Encarna menciona a Julio Melguizo, un arquitecto a quien «conseguimos contagiar nuestro entusiasmo mostrándose extremadamente generoso a la hora de pasar sus honorarios». Tampoco olvida a la geóloga Laura Fernández, que realizó el informe que se precisaba para poner en marcha las obras «sin cobrarnos por ello». A esta sucesión de buenas intenciones se sumaron dos albañiles, conocidos como «la pareja», «que intervinieron allí donde nosotros no podíamos llegar y a los que se pagaba cuando y como se podía»... además de un ingreso inesperado en la cuenta abierta para sufragar los gastos de la ermita «justo cuando más se necesitaba». También habla de Marco Rodríguez Robles, escultor de la zona, que ha levantado un cristo único para la iglesia del que se enorgullece todo el pueblo.
Y es que, afirma contundente Encarna, «San Tirso quería su ermita», como recordaba el padre Jaime R. Lebrato, uno de los dominicos del pueblo «que conoce bien las condiciones en que trabajábamos».
De aquellos esfuerzos, «soportando heladas que calaban los huesos y soles de justicia», viene ahora la compensación de tener en pie, de nuevo, «la ermita del pueblo», nunca mejor dicho.
1 comentario:
Hay pocas mujeres con el brio y la ilusion que pone Encarna, en todo lo que acomete. Enhorabuena
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