14 de julio de 2010

Boletín 118

Puntual a su cita trimestral llega nuestro querido boletín "La Mata de Curueño, un pueblo que nos une" después de 32 años. Se ha publicado el número 118 correspondiente al Verano 2010.
En las veinte páginas de la publicación se continúa el  amplio reportaje sobre la iglesia parroquial iniciado en el número anterior; tambien, como siempre, el relato pormenorizado de Mª Jesús Álvarez del discurrir de abril, mayo y junio de 2010 en el pueblo; se da cuenta del "Imbentario de las Alajas que tiene la Yglesia de S. Martín de La Mata de Curueño" realizado por el párroco D. Pedro González en 1851; Agustín Bayón, en Historias prestadas, nos habla sobre los motriles que conoció en el pueblo, ...
Conocemos los nacimientos, bodas, comuniones, defunciones y otros acontecimientos del trimestre. Asimismo encontramos el editorial sobre la vuelta al campo. Y más, mucho más.
También  incluimos la versión en pdf del boletín 118.

7 de julio de 2010

Historias prestadas

En el número 117 del delicioso periódico trimestral, nuestro querido boletin "La Mata de Curueño, un pueblo que nos une", recuerda Ruperto Rodríguez Castro sus años escolares, allá por los años cincuenta...
La escuela vieja
Mis años en la escuela se desarrollaron alrededor de los años 50. Se comenzaba a ir con 6 años y se permanecía hasta los 14, aunque algunos, como yo, nos íbamos antes para hacer estudios en otro lugar o les sacaban los padres para comenzar muy pronto la vida de trabajo ayudando en casa o haciendo de criado en otra.
Destaco algunas “historias” de mis pocos años en la escuela vieja y en la “nueva”, ya que me tocó estrenar la habitación que hizo de aula en la Casa del Maestro, que conocemos, ya restaurada, como Teleclub.
Jueves. Dibujo. Como siempre se me dio bien el dibujo, el primer recuerdo es para la clase que sobre esta actividad nos daba D. Delfino, del que guardo un buen recuerdo como del mejor de los maestros. Los jueves, al llegar a la escuela, tenía el encerado grande, que estaba en la pared al subir la escalera, lleno de dibujos que luego teníamos que intentar hacer. Con tizas de colores allí aparecían variedad de casas, castillos, paisajes, etc. según correspondiera. Me empeñaba en copiar lo mejor posible y disfrutaba de lo lindo guardando mis dibujos como algo que me gustaba mucho. Este afán me sirvió luego para mi actividad laboral.
Recuerdo con agrado, las clases de caligrafía, por el esmero que nos hacía poner para copiar palabras y textos con aquella letra “inglesa” que a tantos nos mejoraría la letra para nuestra escritura posterior.
Hoy, sin comer. Así nos castigó un día Dª Sebastiana cuando yo tendría unos 10 años, y Monse y Plácido, mis dos compañeros de alguna fechoría hecha aquella mañana; sería por no saber la lección o por hablar entre nosotros o por no obedecer algo que nos dijera. Así que se fueron todos a comer y nosotros a ver la forma de escaparnos.
Había en el exterior de una ventana como dos salientes de madera en forma de estaca (hasta este año aún resistían el tiempo) y aferrándonos fuerte con las manos, saltamos como unos tres metros. Luego, a comer corriendo y volver a estar dentro para cuando volviera la maestra. Alguien que no recuerdo bien (quizá Gaspar) acercó una escalera por la cual subimos.
Cuando llegó Dª Sebastiana nos perdonó y nos dejó “ir a comer”. Por supuesto que nos fuimos no a comer, claro, sino para hacer tiempo y volver antes de iniciar la clase de la tarde.
Recreos. Teníamos tan solo un recreo a media mañana, ya que por la tarde los juegos los hacíamos al salir de clase y antes de irnos para casa. Nuestro lugar era la Plazuela donde se sucedían, a lo largo del año, los diversos juegos de “temporada”.
Recuerdo el de “los cartones”. Nos hacíamos, como podíamos, con los billetes de tren minero o de La Vecilla e, incansables y con ganas, tirábamos contra la pared para ver quien los dejaba más cerca y ganaba, aumentado la colección propia. El calvo nos apasionaba, así como el marro y algunos más.
En los largos y duros inviernos “el resbalete” por el hielo y barro helados era lo nuestro. Por la tarde, nos íbamos a las Colineras, utilizando, sacos, nos tirábamos una y otra vez por aquellas laderas heladas. No nos hacían falta los trineos de ahora.
Titiriteros. En ocasiones, una o dos veces por año, se presentaban un grupo de titiriteros para representar ante los niños y mayores sus repertorio. Así que en la planta baja de la escuela, que hacía de bodega, carbonera y más, nos sentábamos en el suelo que era de tierra, bien apretados, y asistíamos, asombrados, al ensueño de las obras de teatro y de juegos que llevaban nuestra imaginación a lugares alejados de nuestro pueblo.
Realmente, era un día de fiesta aquellas sesiones. Lo que nos desagradaba mucho a los más pequeños era cuando anunciaban que por la carretera venían los “húngaros” que iban de un lugar a otro con algún animal y a veces paraban en la plaza.
Comer algarrobas. Aluna vez se presentaron en el pueblo un grupo de militares que conducían mulos y debían hacer prácticas de rastreo o de vigilancia por los alrededores o algo así. Estaban 10 ó 12 días ocupando la Plazuela del pueblo, dormían en pajares de las casas próximas y a los animales los ataban enfrente en la calle de la escuela. Lo que más disfrutábamos de la novedad era que los soldados nos daban a comer algunas algarrobas que traían como alimento de los animales. Como eran de sabor dulce conseguir algún “postre” de aquello nos suponía una buena aventura.
Con la regla en los dedos. Tengo buenos recuerdos de los maestros y maestras que tuve, pero de uno de ellos, que estuvo poco tiempo como sustituyendo a otro maestro, me viene a la memoria el daño que nos hacía cuando nos pegaba en los dedos de la mano con la regla, aun siendo muy pequeños. Ese dolor en las manos lo recuerdo muy vivo cuando pienso o hablo de aquellos años que, en general, fueron muy felices para gran mayoría.
Eran tiempos en los que aún perduraba aquello de “la letra con sangre entra”, pero, en la mayoría de las ocasiones, creo que nos pegaba no tanto por hablar o hacer trastadas o no estar atentos y alguna vez por no saber la lección, sino que nos “daba leña” a todos los alumnos, porque tenía un carácter como renegado y muy agriado. Esas costumbres de pegar hace tiempo que desparecieron.

1 de julio de 2010

25 AÑOS EN EL ARCA DE JUMAVI

En la Web de las Hijas de la Caridad San Vicente Paul, nuestros convecinos del Arca de JUMAVI hacen referencia a la celebración de los 25 años de los campamentos Jumavi en La Mata:
El año pasado, el Ayuntamiento de La Mata de Curueño, entregó a las Hijas de la Caridad una placa conmemorativa, agradeciéndoles los 25 años de su presencia en el pueblo con los campamentos de Jumavi. Pero, en realidad, el año pasado se cumplían los 25 años de un sueño, de un proyecto que nació entre dudas e ilusiones, y en el que trabajaron muchas personas.
Este año, celebramos que aquel sueño nació, creció y se ha hecho adulto, gracias a la colaboración de muchas personas: muchas Hijas de la Caridad, muchos Padres Paules, muchos jóvenes, muchos niños, e incluso algunos padres, hermanos, amigos, etc., dispuestos a colaborar en la medida en que las necesidades de unos y la generosidad de otros, no entraban en conflicto.
El 22 de mayo de 2010, ha sido una fecha emotiva, tanto para los responsables de su gestación, organización y desarrollo, como para los que nos unimos al evento, a disfrutar del cariño con el que fuimos convocados.
Fue una jornada llena de recuerdos, sentimientos y reencuentros. Y lo mejor de todo, la vivencia de COMUNIDAD. Todos los presentes, fueron y son personas importantes en la vida de JUMAVI: algunos lo fueron de sus esforzados principios (preparar el terreno, arreglar el anfiteatro, plantar y cuidar los árboles que ahora nos alivian con su sombra, acondicionar un tramo del río, la presa………); otros, lo fueron en la consolidación del proyecto (formación especializada, diversidad de actividades y servicios ofertados, mantenimiento de la finca y de la casa…………); y los más numerosos, de su presente, de mantener vivo lo que nació con tanto esfuerzo.
Pero, lo que más me impactó, fue que todos estábamos en nuestra casa, con nuestra gente, haciendo Comunidad. Yo, que viví especialmente sus principios, me impresionó ver que me encontraba igual de integrada y cómoda que en aquellos años, a pesar de no reconocer a muchos de los rostros que me rodeaban.
Muchas fueron las personas que al no estar presentes físicamente, estuvieron en nuestra memoria en algún momento del día. Y los que pudimos disfrutar de La Mata, estuvimos, todo el día, en la mente de aquellos que hubiesen deseado estar y no les fue posible.
La acogida, después de los primeros reencuentros, invitaba al recuerdo con una exposición fotográfica y una proyección de video, donde todos encontramos caras conocidas y anécdotas que compartir. Qué jóvenes estaban algunos y algunas… “¿Te acuerdas del Benagalbón que…?”, “mira, la velada en que….”, “…hay, madre mía, aquellas letrinas….”, “y en el soto, aquel año que…”, “qué hubiera sido de nosotros sin aquellas cocineras…”, “cuanto trabajamos en los montajes…”, “qué sonrisa tan bonita tenía…”, “mira, esta…”, mira aquel…”, “estoy en esta foto…”, “pues si ves las fotos que tengo yo de aquel día que…”. Y lo mejor de todo, una composición de cientos de rostros recortados de fotografías de carnet, que reunidos formaban las letras de ARCA DE JUMAVI. No puedo describir, la sensación tan hermosa que provocaba ver a las distintas generaciones, hacer comentarios tan parecidos.
La eucaristía fue un rastreo por la finca: Entrada bajo los balcones de la casa pequeña; lecturas bajo los árboles del anfiteatro; Evangelio y Consagración, en la capilla de la zona de acampada, junto al muro de piedra, y tras los sacerdotes, la cruz de cabuyería y la imagen de la Milagrosa. ¡Cuántos recuerdos!
En la comida, no faltó la tarta del 25 cumpleaños, y soplando las velas, al igual que en toda la jornada, las generaciones reunidas en torno a la mesa, compartiendo.
Y por supuesto, después bailando: Itiata, vamos a cazar leones, el tallarín, qué bien nos lo estamos pasando… nos lo estamos pasando tan bien…, todos los clásicos, como si no hubiese pasado el tiempo, y hubiésemos aterrizado 20 años antes en mitad de una velada de campamento.
Gracias, muchas gracias a todos los que habéis hecho posible este día. A todos los que ayudasteis a nacer El Arca de Jumavi hace 25 años, a todos los que arrimasteis el hombro con generosidad para que hoy sea lo que es, y a todos los que hoy la mantenéis viva.
A todos los que estuvisteis presentes en este 22 de mayo, a los que ya hace tiempo que no podrán estar jamás, y a los que les ha sido imposible poder asistir en esta ocasión, a todos necesitamos, con todos compartimos, y de todos es el contenido de esta gran Arca. Y de todos, reunidos en torno al Espíritu, esta Comunidad de Fe, alegre, sencilla y viva.
                                                                      Geli Gea. Profesora del “Arca de Jumavi”