23 de noviembre de 2015

El Hullero, más que un tren

Julio Llamazares escribe este domingo en La Nueva Crónica un artículo sobre el Hullero, para nosotros, los de La Mata, el tren de La Vecilla, donde había que ir andando o en bici a cogerlo para desplazarse  a León o a Bilbao, los que habían emigrado a esas tierras.


Este es un tren de campesinos viejos / y de mineros jóvenes / Hay algo que unifica / más que la sangre y la amistad" escribía el poeta Antonio Gamoneda en 1960, cuando viajaba a menudo en él hacia Pardavé, el pueblo de su mujer. Y veinte años más tarde, en 1980, el novelista Juan Pedro Aparicio, autor de un Viaje al Hullero que forma parte ya de la memoria de ese tren, añadía: "A decir verdad, este no es un tren cualquiera (…) El Hullero se ciñe al terreno como un animal de los montes, como un mitológico ciempiés. Sin grandes obras de fábrica, sin grandes túneles, sin excesivos desmontes, contornea las vaguadas, trepa por las lomas con el esfuerzo de sus riñones como si en vez de por topes y cadenas estuviera articulado por huesos y por alma…".

El Hullero ha inspirado mucha literatura. Y hasta canciones como aquella del grupo Deicidas que convertía el viejo tren carbonero en un tren de película del Oeste. Y, pese a ello, desde hace años, éste corre peligro de desaparición, acuciado por la despoblación del territorio que cruza (las montañas de León y de Palencia y el espinazo de la Cordillera Cantábrica, entre Santander y Burgos) y el desplome de la minería, su razón de origen y su motor económico y real durante el siglo largo de su existencia. Ya en 1992 estuvo a punto de ser cerrado (justo el año en el que se inauguraba la alta velocidad en España, con el AVE Madrid-Sevilla), pero sobrevivió milagrosamente, y ahora se vuelven a oír rumores amenazantes alimentados quizá por la falta de noticias oficiales sobre su viabilidad, desde hace algún tiempo entorpecida todavía más por el desaguisado que se cometió con él queriendo reconvertirlo en tranvía a su paso por León (qué necesidad habría, si ya lo era), proyecto que quedó a medias y con el tren alejado de su céntrica estación, lo que ha mermado todavía más el número de viajeros. Y todo ello el año en el que precisamente la alta velocidad ha llegado a León después de años esperándola.

Esperemos que sean falsas alarmas. Y que el Hullero siga, resuelta su integración en León, bien como estuvo toda la vida, bien soterrándolo donde ya se ha hecho, viajando por sus vías centenarias entre León y Bilbao o entre León y las estaciones próximas, dando vida a la poca que les queda a unas comarcas a las que, si les quitan el tren Hullero, les habrán quitado ya todo. Y, en cualquier caso, que sepan los directivos de Adif y la ministra de Fomento (que ya deberían saberlo) que, si cierran, Dios no lo quiera, el viejo tren de La Robla o de Matallana, también llamado el Hullero por su razón de ser y su origen y el Transcantábrico por su recorrido, habrán cerrado el tren de vía estrecha más largo de toda Europa, el más antiguo de España, el que mayores obras requirió en su tiempo y, sin ninguna duda, el más bello del país, pues atraviesa de lado a lado el pie de monte de una cordillera, la Cantábrica, que hace de sus estaciones y apeaderos (y de las ventanillas de los vagones del tren, de paso) un auténtico ferrocarril de leyenda.

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