Pin de La Mata de Curueño
3 de agosto de 2025
2 de agosto de 2025
Concejo en La Mata
31 de julio de 2025
Crónica Filandón sobre la escuela de La Mata
Filandón homenaje a la escuela de La
Mata de Curueño, que
funcionó hasta 1971.
“Hice las
oposiciones de magisterio en 1951 y me vi como interina en la escuela de La
Mata de Curueño, que quedaba algo lejos del Bierzo de donde yo procedía, para
sustituir a un señor, al parecer casi ciego. Me orientaron que tomara el coche
de línea hacia Vegas del Condado y creo que nos dejaba en Barrio. Desde allí
andando 9 km. hasta La Mata. Al llegar me indicaron la casa de Román y Chon,
donde había estado la maestra anterior. Una vez al mes iba a cobrar el sueldo a
León andando 9 km. hasta el tren de La Vecilla.
El edifico
escolar era lo que llaman la Escuela vieja. Se accedía por una escalera
interior de madera con una barandilla para evitar que se cayesen los niños.
Hacia un lado estaba la mesa del maestro y en el otro los niños y las niñas, no
más de veinticinco. Empezábamos la jornada escolar con la señal de la cruz y
rezando un avemaría, para pasar luego lista con el fin de señalar las faltas a
clase”.
Así recordaba hace años la maestra
del curso 1952-1953, Josefina Courel sus primeros pasos en la enseñanza. Hoy su hijo, Gerardo Álvarez
Courel, presidente de la Diputación de León, participó en el filandón
intergeneracional homenaje a la escuela de La Mata de Curueño, que se cerró en
el año 1971 y leyó el escrito de su madre.
El acto, al que asistió el alcalde
del ayuntamiento de Santa Colomba de Curueño, Basilio Martínez, comenzó con una visita a la exposición de
fotografías y documentación ”Raíces y memoria” en la actual Casa de Cultura,
antigua escuela vieja y un filandón en la escuela nueva, actual Casa del
Concejo- Teleclub.
La maestra del año 1960 Carmina
Zapico Gil presente en el filandón leyó:
“Vivir en La
Mata fue un lujo, uno de los mayores de la vida. La vida era tranquila y
agradable. Vivía en casa de Eliseo y de Isidora, con los hijos que aún quedaban
en el pueblo, me sentí una más de la familia. Tenía plaza en propiedad en La
Mata y estuve año y medio, hasta que renuncié a la plaza. Transcurrían los días
trabajando, charlando y pasando muy buenos ratos en casa de Angelines, donde
solía acudir por las tardes D. Marcos, el párroco, para ver a tía Elisa. Por la
noche, jugábamos una partidita a las cartas y después, nos sentábamos al calor
de la chapa de la cocina.
Tengo
presente aquella escuela, habilitada hoy como Teleclub, y en la que la cocina y
una habitación estaban unidas para formar el aula; nuestro patio de recreo era
la calle y en invierno se organizaban peleas con bolas de nieve. No faltaba
ningún niño a clase, hasta los hermanos Panera que eran los que más lejos
vivían y que a veces eran los primeros en llegar. Y como no recordar a los
niños que eran doce, aunque oscilaba el número porque se incorporaban el
sobrino de D. Marcos y el de Angelines cuando pasaban temporadas en el pueblo”.
La secretaria de la asociación
cultural “Los Cantarales, de La Mata de Curueño, organizador del evento leyó un
escrito de Ruperto Rodríguez Castro recordando su paso por la escuela como alumno:
“Mis años en
la escuela se desarrollaron en los cincuenta. Se comenzaba a ir con seis años y
se permanecía hasta los catorce, aunque algunos, como yo, nos íbamos antes para
hacer estudios en otro lugar o les sacaban los padres para comenzar muy pronto
la vida de trabajo ayudando en casa o haciendo de motril en otra. Destaco
algunas “historias” de mis pocos años en la escuela vieja y en la nueva, ya que
me tocó estrenar la habitación que hizo de aula en la Casa del Maestro, que
conocemos, ya restaurada, como Teleclub.
Hoy, sin
comer. Así nos castigó un día Dª Sebastiana, en 1952, cuando yo tendría unos
diez años, sería por no saber la lección. Así que se fueron todos a comer y
nosotros a ver la forma de escaparnos. Había en el exterior de una de las
ventanas, como dos salientes de madera en forma de estaca y aferrándonos fuerte
con las manos, saltamos como unos tres metros. Luego, a comer corriendo y
volver a estar dentro, para cuando volviera la maestra. Alguien que no recuerdo
bien (quizás Gaspar) acercó una escalera por la cual subimos. Cuando llegó Dª
Sebastiana nos perdonó y nos dejó “ir a comer”. Por supuesto que nos fuimos, no
a comer, claro, sino para hacer tiempo y volver antes de iniciar la clase de la
tarde”.
Se cerró el filandón con la donación
por parte de los sobrinos de la maestra del año 1962, doña Emérita León,
hermana del luchador Felipe León, de un cuadro pintado por ella y una foto de
los asistentes en el exterior de la escuela.
30 de julio de 2025
La ULE lidera la primera gran campaña en cuevas de León para desentrañar 30.000 años de historia a través de restos de fauna del Cuaternario.
El proyecto, denominado ‘Frontera cantábrica’ cubre un vacío de conocimiento histórico y paleontológico en el sur de la Cordillera Cantábrica y los primeros resultados ya apuntan a que el patrimonio es mucho más rico de lo que se creía.
El proyecto, liderado también por el Museo Nacional de Ciencias Naturales, cuenta con el apoyo de la Junta de Castilla y León y tiene autorización para intervenir en 28 cavidades a lo largo de toda la provincia.El proyecto incorpora tecnologías punteras como el escaneado en 3D, el análisis de ADN antiguo e isótopos estables, lo que permitirá no solo la conservación digital del patrimonio, sino también estudios comparativos a gran escala
León, 29 de julio de 2025. La Universidad de León junto al Museo Nacional de Ciencias Naturales liderará la primera campaña de recuperación de restos de fauna del Cuaternario en cuevas de la provincia de León, un ambicioso proyecto científico titulado ‘Frontera cantábrica’ que desarrollará su primera campaña en ocho cuevas de la provincia de León. El objetivo principal es la recuperación, estudio y conservación de restos óseos, tanto paleontológicos como, en ocasiones, arqueológicos, que permitan reconstruir la historia natural y humana del territorio en los últimos 30.000 años.
La iniciativa está dirigida por la doctora Esperanza Fernández, profesora titular de Paleontología de la Universidad de León, y el paleobiólogo Darío Fidalgo, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en colaboración con un equipo multidisciplinar que incluye expertos en arqueología, antropología, genética y geología y que es posible gracias al apoyo institucional de la Junta de Castilla y León, a través del Servicio territorial de Medio Ambiente, que ha autorizado intervenciones en 28 cavidades repartidas por toda la provincia. Una colaboración que, según destacó la doctora Fernández, también cuenta con los integrantes del Grupo de Intervenciones en Altura (GRIA) y con diversos espeleólogos con décadas de experiencia en la provincia, “que nos ha permitido acceder a lugares prácticamente inaccesibles y recuperar materiales que de otro modo permanecerían perdidos para la ciencia”.
UN VACÍO CIENTÍFICO QUE COMIENZA A LLENARSE La ULE lidera la primera gran campaña en cuevas de León para desentrañar 30.000 años de historia a través de restos de fauna del Cuaternario.viene a cubrir un vacío de conocimiento histórico y paleontológico en el sur de la cordillera Cantábrica, una región que ha recibido menos atención que otras como los Pirineos o la vertiente norte de la misma cordillera. Sin embargo, los primeros resultados ya apuntan a que el patrimonio paleontológico que guardan las cuevas de León es mucho más rico de lo que se creía.
“En cuanto hemos empezado a trabajar, han aparecido numerosos restos de fauna, y el patrimonio conocido de la provincia se ha multiplicado en muy poco tiempo”, afirmó Fidalgo, que recordó cómo los investigadores ya han documentado restos de al menos 29 osos, 15 más localizados, cabras montesas cantábricas extintas a finales del siglo XIX, rebecos, caballos, grandes bóvidos, roedores, aves y restos de ganado doméstico.
Algunos ejemplares, continuó, podrían tener más de 30.000 años, mientras que otros son tan recientes como 600 años o menos, lo que permitirá estudiar la evolución de las comunidades animales y el impacto humano en los ecosistemas hasta la actualidad. Un trabajo que es urgente realizar pronto ya que muchos restos óseos han sido expoliados, es por tanto, aseguró Fernández, urgente “tener datos científicos de la provincia de León” porque “dado el expolio que hemos registrado, todo apunta a que, de aquí a unos años, nos quedábamos sin gran parte de ese material” y también que la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica tenga, por fin, un trabajo que ya se ha realizado hace años en Galicia, Asturias, Cantabria o País Vasco, entre otras comunidades
UN ENFOQUE MULTIDISCIPLINAR E INNOVADOR. El proyecto, según han explicado, incorpora tecnologías punteras como el escaneado en 3D, el análisis de ADN antiguo e isótopos estables, lo que permitirá no solo la conservación digital del patrimonio, sino también estudios comparativos a gran escala. Esta aproximación también facilita la difusión pública y científica de los hallazgos mediante plataformas virtuales.
Por su parte, los doctores Carlos Fernández y Natividad Fuertes, profesores titulares de Prehistoria, son los encargados de coordinar la perspectiva arqueológica del proyecto, clave para identificar ocupaciones humanas y asegurar que las intervenciones se realizan bajo los protocolos legales de conservación del patrimonio cultural.
“Aunque la mayoría de restos procede de simas naturales donde no hubo ocupación humana, en algunas cuevas sí hay evidencias de presencia humana, por lo que es fundamental actuar con garantías legales y científicas”, ha señalado Fuertes.
PRÓXIMOS PASOS. La campaña de agosto tendrá una duración de dos semanas e incluirá el trabajo de campo en ocho cuevas seleccionadas, aunque algunas requerirán varios días de intervención debido a su complejidad. A lo largo del otoño se analizará el material recuperado, y en función de los resultados, se solicitarán nuevos permisos para continuar avanzando en este proyecto.
Uno de los primeros resultados científicos ya ha sido publicado en una prestigiosa revista especializada, con datos de la cueva de Llamazares, donde se ha documentado una reducción del tamaño corporal en especies como osos, rebecos y caballos a lo largo de los últimos 10.000 años, posiblemente vinculada a la actividad humana y los cambios ambientales. Como ejemplo, un oso actual de la Cordillera Cantábrica en un macho adulto grande pesa unos 180 kilos, mientras que los principios del Holoceno -hace unos 9.000 años- podrían alcanzar los 350 kilos.
“Estos cambios en la talla afectan al funcionamiento de los ecosistemas, al consumo de biomasa y a la dinámica vegetal, lo que tiene implicaciones también para la gestión actual del territorio”, concluyó Fidalgo.
FORMA DE FINANCIACIÓN. Para llevar a cabo este proyecto, explicó Fernández, cuentan únicamente con el apoyo económico de dos mecenas y si continúa creciendo, la “intención es solicitar por todas las vías la financiación que sea posible, tanto en convocatorias de fondos científicos como patrimoniales, educativos o partidas presupuestarias específicas”. En esta investigación, expuso, hay dos partes, una para la que no es necesario “demasiado dinero” porque se hace con trabajo voluntario, no remunerado, aunque la propia campaña tiene gastos de cierto calado (traslados, alojamiento, comida, etc.). En los próximos días, llegarán a León especialistas de diversos puntos de España para participar en la campaña de agosto. Por otro lado, la realización de dataciones y análisis genéticos, moleculares o de isótopos estables es costosa y, para ello, se necesita financiación..
23 de julio de 2025
Invitación al Filandón homenaje a la escuela de La Mata de Curueño
Filandón
homenaje a la escuela de La Mata de Curueño, que funcionó hasta 1971. Existe
una foto de los últimos asistentes a la escuela en La Mata. Los convocamos,
junto a las maestras y maestros que dieron clase en La Mata, así como a sus descendientes y al alumnado que asistieron a la escuela de La Mata, entre ellas al actual presidente de la Diputación de
León Gerardo Álvarez Courel, cuya madre Josefina Courel fue maestra en La Mata
de Curueño.
Con algunas personas o con sus descendientes no hemos podido contactar, por lo que desde aquí les invitamos a asistir y recordar historias y tiempos pasados. Relación de maestras y maestros que dieron clase en la escuela de La Mata de Curueño y a las que invitamos al filandón, a ellas y/o a sus descendientes:
D. Agustín Álvarez Sierra (1889-1894)
D. Ángel García (1894-1933)
D. Lucio Bermejo Álvarez (1934-1949)
D. Delfino (1949-1950), era de Barrillos, venía en bicicleta.
Dña. María Luisa Contreras (1950-1951)
Dña. Josefina Courel (1951-1952)
Dña. Sebastiana (1952-1953)
D. Julíán (1953-1954)
Dña. Joaquina (1954-1956)
Dña. Eutimia Martínez (1956-1957)
Dña. Mª Jesús Garrido Paredes (1957-1959)
Dña. Carmen Zapico Gil (1959-1960)
Dña. Emérita León (1960-1962), hermana de Felipe León, el luchador.
Dña. Angelines González Robles (1962-1963), prima de Sinda.
Dña. Mª Teresa Martínez Lanza (1963-1964)
Dña. Rosa Escapa (1964-1966), de Sopeña, prima de Margarita.
Dña. Mª Carmen Sánchez (1966-1967)
Dña. Mª Antonia Castro (1967-1971), esposa de D. Delfino.
Con la llegada del siglo XIX las circunstancias van cambiando y los bienes de las caridades disminuyen paulatinamente, sobre todo con la desamortización de los bienes eclesiásticos y de fundaciones piadosas por parte del Estado. Hasta
1.854 se encuentran en el libro de
Fábrica de la iglesia de La Mata anotaciones concretas sobre el pago al
maestro. Desde 1.864, la instrucción
primaria depende del ayuntamiento de Santa Colomba, recientemente constituido.
Y, al menos, a finales del siglo XIX las escuelas de La Mata y Pardesivil
funcionaban separadamente con su propio maestro.
Hay constancia de que durante unos años, desde 1.889, el maestro de La Mata fue D. Agustín Álvarez Sierra, que era hermano del párroco de la época, D. Matias Álvarez Sierra. Desde 1.894 y hasta 1.933, el maestro de la Mata fue D. Ángel García Álvarez, abuelo de Marisa y de Plácido.
En 1.899, el ayuntamiento de Santa Colomba pidió al maestro de cada pueblo una lista de los niños que iban a la escuela. En La Mata, el maestro D. Ángel, certifica que eran 19 niños y 10 niñas, de entre 6 y 12 años. Dos de los niños eran de Matueca y Sopeña. De ellos, 17 asisten siempre, 12 con poco frecuencia y 3 no asisten. Por la enseñanza recibida se pagaba al maestro una peseta hasta los diez años y una cincuenta pesetas, a partir de esa edad.
Aunque
el analfabetismo en España a finales del siglo XIX era bastante alto, en una lista de vecinos de
La Mata con derecho a voto, que eran los varones mayores de 25 años, en el año
1.890, en La Mata de Curueño, de 38 hombres mayores de 25 años con derecho a
voto, todos sabían leer y escribir.
La escuela y el señor maestro. La casa del maestro
A
mediados del siglo XIX, los recién creados Ayuntamientos se hicieron cargo de
la instrucción de los niños y las niñas.
Posiblemente fue cuando se dedicó a tal fin el edificio conocido como la
Escuela vieja, que ocupa la esquina de la Plazuela con la Rinconada y, que hoy
en día, reparado en el año 2010, funciona como Casa de Cultura. Anteriormente
las clases se impartían en el portal de la Iglesia y las pizarras personales
solían ser paletillas de cerdo o de oveja y se escribía con la punta de una
piedra.
Al principio la entrada a la escuela se
realizaba por el portal de la casa del tío Pedro, hoy de José Antonio
Fernández. Muchas veces tenía que quitar el carro para dejar libre la entrada;
la puerta que existe en la actualidad se abrió en 1930 y en 1944 hubo que
reparar el tejado. El señor maestro o la señora maestra abría la puerta de la
escuela y se entraba en tropel a la planta baja, para luego subir al aula. Si
llovía o nevaba se dejaban las madreñas en la parte baja, que era de tierra, y
se subía en zapatillas o alpargatas.
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Las clases se impartían en el piso de arriba del edificio, donde ahora está radio Curueño. Era un salón con pupitres largos donde se sentaban varios niños y niñas; encima había unos agujeros para acoplar los tinteros, una mesa grande rodeada de pequeños taburetes, que luego estuvieron en el Teleclub, un armario para los libros de lectura y una mesa escritorio para el señor maestro, con un brasero debajo y un sillón, frente a la ventana de la plaza. En las paredes, además del crucifijo había seis mapas grandes, uno de cada continente y el de España, y un mapa pequeño de la provincia de León, en el que no figuraba el nombre de La Mata, por lo que tuvo que escribirlo a pluma el señor maestro; también había un cuadro con diez varillas, cada una con diez bolas, para enseñar a contar a los más pequeños. En la organización interna, la escuela era mixta y existía un grupo de pequeños, hasta que se aprendía a dividir y un grupo de mayores, hasta los catorce años.
La Casa del maestro, actual Teleclub, se construyó en 1943 y la inauguró D. Lucio Bermejo, que primero había vivido en la casa que se encontraba entre la de Antonio el alcalde y la Escuela vieja, que había sido de la tía Francisca y del tío Manuel, el correo. La casa del maestro pasó a ser la escuela nueva en 1955 y en 1970 Teleclub. A la escuela llegaron a ir más de cuarenta niños y niñas. Se iba desde los seis hasta los catorce años. El horario era de 9 a 12 horas y de 15 a 17 horas. A media mañana había un recreo. Solía comenzar en septiembre y duraba hasta junio, pero si se cuidaban vacas se iba más tarde, cuando empezaba a nevar y las vacas quedaban en la cuadra. En octubre había que ayudar a sacar las patatas y en primavera también había otras labores que realizar.
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La escuela era gratuita, aunque se podían dar clases particulares, que había que pagar, para completar los aprendizajes. Unos iban con su cartera al hombro, otros con el cabás en la mano y otros, no pocos, con una bolsa de tela bajo el brazo, hecha por su madre. A ninguno le faltaba la enciclopedia Álvarez, la pizarra con su marco de madera y una pequeña almohadilla casera para borrar lo escrito con el pizarrín. En general, se salía bien preparado. En La Mata siempre fue mixta, en otros pueblos, como Sopeña, Santa Colomba o Barrillos había escuela de niños y de niñas, separadas.
En el invierno, cada día tenían que ir dos alumnos a las 8,30 horas, para encender la estufa. La leña y las cepas las tenían que llevar los padres y estaban en el piso de abajo de la vieja escuela, había que picarla y se apilaba debajo de la escalera. Años antes, se guardaban en la obra, que es donde José Antonio tuvo las yeguas y a donde los niños iban a jugar.
En
los años cincuenta, las maestras vivían en casas del pueblo, con las familias
de Román, Eliseo o Sofía, pues desde 1949 solo solían estar un año. A partir de
1970 se cerraron las escuelas de La Mata y de Pardesivil y las clases se
impartían, a nivel comarcal, en la concentración escolar de La Vecilla. En el
curso siguiente se cerraron las escuelas de Santa Colomba y de Barrillos.
La
maestra del curso 1951-1952, Josefina
Courel, recordaba en la revista "La Mata de Curueño, un pueblo que nos une":
Hice
las oposiciones de magisterio en 1951 y me vi como interina en la escuela de La
Mata, que quedaba algo lejos del Bierzo de donde yo procedía, para sustituir a
un señor, al parecer casi ciego. Me orientaron que tomara el coche de línea
hacia Vegas del Condado y creo que nos dejaba en Barrio. Desde allí andando 9
km. hasta La Mata. Al llegar me indicaron la casa de Román y Chon, donde había
estado la maestra anterior. Una vez al mes iba a cobrar el sueldo a León
andando 9 km. hasta el tren de La Vecilla.
El edifico escolar era lo que llaman la
Escuela vieja. Se accedía por una escalera interior de madera con una
barandilla para evitar que se cayesen los niños. Hacia un lado estaba la mesa
del maestro y en el otro los niños y las niñas, no más de veinticinco.
Empezábamos
la jornada escolar con la señal de la cruz y rezando un avemaría, para pasar
luego lista con el fin de señalar las faltas a clase. Durante el día se
distribuía el tiempo para cada asignatura, que eran conceptos elementales, pero
básicos y amplios; fácilmente se descubría la disposición de cada uno para las
ciencias o para las letras. La enseñanza de la religión no se cuestionaba e
incluso se explicaba el evangelio del domingo. Al final de clase se cantaba la
tabla de multiplicar o alguna canción regional o religiosa. Las niñas solían
hacer labores por la tarde dos días por semana y entretanto los niños hacían
algún problema o lectura. Los jueves había vocación por la tarde.
Recuerdo
al párroco D. Teodoro, tocaba al rosario hacia el oscurecer y mientras la gente
se reunía daba catequesis a los niños. Un día de ayuno le vi en su casa con un
caramelo en la boca, diciéndome que eso no quitaba el ayuno. También recuerdo
la cantidad de agua que corría por medio del pueblo y los patos que se criaban.
Y lo del “plantón”, que era la semilla de la remolacha y que los restos que
quedaban en su recolección se daban a las vacas mezclado con paja y hacía que
la leche fuera exquisita. Había una señora que hacía mantequilla, que venían a
recoger desde La Vecilla.
La
maestra del curso 1959-1960, Carmina
Zapico, también recordaba:
Vivir en La Mata fue un lujo, uno de los mayores de la vida. La vida era tranquila y agradable. Vivía en casa de Eliseo y de Isidora, con los hijos que aún quedaban en el pueblo, me sentí una más de la familia. Tenía plaza en propiedad en La Mata y estuve año y medio, hasta que renuncié a la plaza. Transcurrían los días trabajando, charlando y pasando muy buenos ratos en casa de Angelines, donde solía acudir por las tardes D. Marcos, el párroco, para ver a tía Elisa. Por la noche, jugábamos una partidita a las cartas y después, nos sentábamos al calor de la chapa de la cocina.
Tengo
presente aquella escuela, habilitada hoy como Teleclub, y en la que la cocina y
una habitación estaban unidas para formar el aula; nuestro patio de recreo era
la calle y en invierno se organizaban peleas con bolas de nieve. No faltaba
ningún niño a clase, hasta los hermanos Panera que eran los que más lejos
vivían y que a veces eran los primeros en llegar.
Y
como no recordar a los niños que eran doce, aunque oscilaba el número porque se
incorporaban el sobrino de D. Marcos y el de Angelines cuando pasaban
temporadas en el pueblo. Los alumnos me parecían de los más inteligentes del mundo,
ya que todas las carencias de material se suplían con buena voluntad y con gran
entusiasmo: desde fabricar carteles o mapas hasta conseguir tener la escuela
caliente, tarea ésta de la que se encargaba todos los días Eliseo, pues ni un
solo día de invierno dejó de encender la cocina económica con la que nos
calentábamos; también espalaba la nieve cuando caía en tal cantidad como para
no poder llegar a la puerta de la escuela.
Por
aquel entonces, se estrenó en el teatro Emperador de León, la película Los diez
mandamientos y D. Marcos tuvo la idea de alquilar una furgoneta para llevar a
verla a los niños mayores y también a algunos jóvenes.
Y
muchos recuerdos más. Entre ellos la celebración de La Candelaria en Pardesivil
en el mes de febrero. Todos los mozos y mozas del pueblo íbamos por la tarde al
baile que se hacía en los bajos de la escuela; al volver, entrada la noche,
nevado todo el paisaje y con luna llena, se podía contemplar el valle y el
pueblo de La Mata, lo cual constituía uno de los paisajes más hermosos que he
visto en mi vida.
También Ruperto Rodríguez Castro recuerda su paso por la escuela como alumno:
Mis
años en la escuela se desarrollaron en los cincuenta. Se comenzaba a ir con
seis años y se permanecía hasta los catorce, aunque algunos, como yo, nos
íbamos antes para hacer estudios en otro lugar o les sacaban los padres para
comenzar muy pronto la vida de trabajo ayudando en casa o haciendo de motril en
otra.
Destaco
algunas “historias” de mis pocos años en la escuela vieja y en la nueva, ya que
me tocó estrenar la habitación que hizo de aula en la Casa del Maestro, que
conocemos, ya restaurada, como Teleclub.
Los
jueves dibujo. Como siempre se me dio bien el dibujo, el primer recuerdo es
para la clase que sobre esta actividad nos daba D. Delfino, del que guardo un
buen recuerdo, como del mejor de los maestros. Los jueves, al llegar a la
escuela, tenía el encerado grande, que estaba en la pared al subir la escalera,
lleno de dibujos que luego teníamos que intentar hacer. Con tizas de colores
allí aparecían variedad de casas, castillos, paisajes, etc. según
correspondiera. Me empeñaba en copiar lo mejor posible y disfrutaba de lo lindo
guardando mis dibujos como algo que me gustaba mucho. Este afán me sirvió luego
para mi actividad laboral. También recuerdo con agrado, las clases de
caligrafía, por el esmero que nos hacía poner para copiar palabras y
textos con aquella letra “inglesa” que a
tantos nos mejoraría la letra para nuestra escritura posterior.
Hoy, sin comer. Así nos castigó un día Dª Sebastiana, en 1952, cuando yo tendría unos diez años, sería por no saber la lección. Así que se fueron todos a comer y nosotros a ver la forma de escaparnos. Había en el exterior de una de las ventanas, como dos salientes de madera en forma de estaca y aferrándonos fuerte con las manos, saltamos como unos tres metros. Luego, a comer corriendo y volver a estar dentro, para cuando volviera la maestra. Alguien que no recuerdo bien (quizás Gaspar) acercó una escalera por la cual subimos. Cuando llegó Dª Sebastiana nos perdonó y nos dejó “ir a comer”. Por supuesto que nos fuimos, no a comer, claro, sino para hacer tiempo y volver antes de iniciar la clase de la tarde.
Recreos.
Teníamos tan solo un recreo a media mañana, ya que por la tarde los juegos los
hacíamos al salir de clase y antes de irnos para casa. Nuestro lugar era la
Plazuela donde se sucedían, a lo largo del año, los diversos juegos de
“temporada”.
Juegos.
Recuerdo el de “los cartones”. Nos hacíamos, como podíamos, con los billetes
del tren minero o de La Vecilla e, incansables y con ganas, tirábamos contra la
pared para ver quien los dejaba más cerca y ganaba, aumentado la colección
propia. El calvo nos apasionaba, así como el marro y algunos más. En los largos
y duros inviernos “el resbalete” por el hielo y barro helados era lo nuestro.
Por la tarde, nos íbamos a las Colineras y utilizando sacos, nos tirábamos una
y otra vez por aquellas laderas heladas. No nos hacían falta los trineos de
ahora.
Titiriteros.
En ocasiones, una o dos veces por año, venía un grupo de titiriteros para
representar ante niños y mayores su repertorio. Así que en la planta baja de la
escuela, que hacía de bodega, carbonera y más, nos sentábamos en el suelo que
era de tierra, bien apretados, y asistíamos, asombrados, al ensueño de las
obras de teatro y de juegos que llevaban nuestra imaginación a lugares alejados
de nuestro pueblo.
Comer
algarrobas. Alguna vez se presentaron en el pueblo un grupo de militares que
conducían mulos y debían hacer prácticas de rastreo o de vigilancia por los
alrededores o algo así. Estaban diez o doce días ocupando la Plazuela del
pueblo, dormían en pajares de las casas próximas y a los animales los ataban
enfrente de la escuela. Lo que más disfrutábamos de la novedad, era que los
soldados nos daban a comer algunas algarrobas que traían como alimento de los
animales. Como eran de sabor dulce, nos suponía una buena aventura.
Con
la regla en los dedos. Tengo buenos recuerdos de los maestros y maestras que
tuve, pero de uno de ellos, que estuvo poco tiempo como sustituyendo a otro
maestro, me viene a la memoria el daño que nos hacía cuando nos pegaba en los
dedos de la mano con la regla, aun siendo muy pequeños. Ese dolor en las manos
lo recuerdo muy vivo cuando pienso en aquellos años que, en general, fueron muy
felices para gran mayoría.
Existe
un Registro de Cartillas de Escolaridad de la Escuela Nacional Mixta de la Mata
de Curueño, que solamente tiene formalizada una página. Como testimonio de la
misma y para promover la memoria de quienes aparecen en ella, relacionamos el
alumnado que se cita:
Elisardo Cuesta Bayón. Ángel Fernández García. Mª Jesús Fernández García (Baja por ingreso en instituto 10-7-1956). Natividad Fernández García. Gaspar García Castro (Terminó el 10-7-1957). Pedro García Cuesta. Carmen García Gafo. Donato Panera García (Terminó el 10-7-1957). Jesús Panera García. Ruperto Rodríguez Castro (Terminó el 10-7-1957). Elvira González. Jerónimo Valladares Castro. Mª del Rosario Fernández García. Mª Begoña García Cuesta. Otilia Cuesta Bayón. Amparo Valladares Castro
Cursos 1967-1970
Mª Jesús Álvarez Castañón (terminó el 11-6-1969), José Luis Álvarez Castañón y María Antonia Álvarez Castañón; José Luis Cuesta Bayón (terminó el 10-7-1967) y Mª Antonia Cuesta Bayón; Mª de los Ángeles González Bayón y Teodoro González Bayón (terminó el 30-6-1970); Mª del Pilar González Fernández; Ignacio Pérez Ugidos (terminó el 10-7-1968), José Manuel Pérez Ugidos (terminó el 30-6-1970) y Evaristo Pérez Ugidos; Antonio Rodríguez Sierra (baja a León 25-3-1968) y Mª Nieves Rodríguez Sierra (baja a León 25-3-1968); Rosa Mª Sierra Orejas (terminó el 10-7-1968), Milagros Sierra Orejas (baja para León 1-9-1969) y Camino Sierra Orejas (baja para León 1-9-1969); Mª Ángeles Getino Bayón y Mª Engracia Llamera Díez.
15 de julio de 2025
Rutas saludables en el entorno de La Mata de Curueño
Una dieta inadecuada y la falta de actividad física son dos factores de riesgo de las principales causas de enfermedades evitables, como los trastornos cardiovasculares, la obesidad, algunos tipos de cáncer y la diabetes mellitus tipo 2. Frente a esto, caminar se considera a menudo como la forma de actividad física que mayores beneficios aporta para la salud. Siguiendo unas cuantas recomendaciones básicas, caminar es un ejercicio que puede ser realizado por la mayor parte de la población.
Estas son las rutas en las que estamos trabajando, las rutas 1 y 2 ya está disponible cliqueando sobre ellas.
Ruta 1.- Conoce La Mata de Curueño, nuestro paraíso.
Ruta 2.- Desde La Mata a Santa Colomba de Curueño. Distintas formas de observar el agua.
Ruta 3. Desde La Mata a Cuevalobo. Distintas formas de observar el monte.
Ruta 4. Ruta literaria en torno a la novela "Paisanaje", de Francisco Panera.
Ruta 5. Desde La Mata a Sopeña de Curueño.
Ruta 6. Ruta de las ermitas y el castillo de San Salvador.
Ruta 7. Desde La Mata, por Roseco, a la caseta de vigilancia forestal.
... Y otras rutas que se vayan proponiendo.
6 de julio de 2025
Verano 2025 - Asociación Los Cantarales
Previsión de programa Verano 2025 de la asociación cultural, social, deportiva y medioambiental "Los Cantarales" de La Mata de Curueño.
25 de junio de 2025
Tótem turístico en La Mata
28 de mayo de 2025
Obituario. Carmina
Ha fallecido Carmina. Aunque no nació en La Mata de Curueño sino en Grado (Asturias), fue pionera y desde pequeña pasó grandes temporadas en su pueblo, primero con sus abuelos y luego con su esposo Bernardino y sus hijas Gemma y Teresa y nietos, a los que inculcó el amor por La Mata. Quizás una de las personas más elegante, no solo en la vestimenta, sino también en la actitud, en la postura o en la nobleza; siempre con su cámara fotográfica haciendo mil fotos que regalaba generosamente, tenía el mayor archivo de imágenes de La Mata; un ejemplo, esta foto del antiguo puente de Los Escabales.
Paz para Carmina, que llevaba tan en su corazón nuestro pueblo. Sus restos reposarán en el cementerio de La Mata. Nuestro abrazo a sus hijas Gemma y Teresa; yernos Paco y Luís, nietos Fran, Ernesto e Irene, y demás familia. D.E.P.
María del Carmen, nuestra Carmina, nació el 12 de febrero en
Grado, Asturias, en la familia formada por Teresa González, natural de La Mata
de Grado y Conrado Robles, de La Mata de Curueño. Durante su infancia y
juventud estudio en el Colegio del Sagrado Corazón, cercano a su casa, donde
destacó en el deporte y en los juegos escolares. Además ayudó, junto a sus
hermanos Joaquín y Vely, en los negocios familiares.
Carmina ha pasado casi todos los veranos de su vida en La Mata, primero con sus abuelos paternos, y después con su propia familia. Al casarse en 1958 con nuestro admirado y recordado Bernardino Miranda se fue a vivir a Oviedo, donde nacieron sus hijas Gemma y Teresa y sus tres nietos.
Carmina, primera por la derecha, junto a otros homenajeados
Trabajó durante años como educadora
puericultora en la guardería Pinocho. Le encantan los niños y sus nietos Fran,
Ernesto e Irene le acompañaban por los veranos en la casa familiar de la plaza
Las Nogales, donde ha construido un verdadero rincón de vida, con la dedicación
a las plantas de su patio y a las labores de ganchillo y vainica. Desde la
jubilación de Bernardino, el matrimonio ha pasado largas temporada entre
nosotros y, en su viudez, Carmina ha continuado ofreciendo a los vecinos su
agradable compañía, su excelente conversación y la preocupación constante por
la mejoría de todos. Además, por medio de su cámara fotográfica, ha plasmado,
durante años, cantidad de rostros de vecinos y amigos, de paisajes callejeros y
de la ribera, regalándolos generosamente a los protagonistas y al Boletín.
Gracias Carmina.