19 de octubre de 2017

El beso que cierra el trato

En la sección A la contra del diario La Nueva Crónica, de León, Fulgencio Fernández y Mauricio Peña escriben una inmejorable reseña sobre los matenses Luis y Magdalena y su pasión por los animales.

Cuando Luis salía de la escuela su sueño no era ir a jugar al balón o agarrarse al cinto o esas cosas habituales... Luis soñaba con los pájaros, con sus vuelos, con verlos cazar un ratón o sobrevolar en círculos sobre alguna presa o algún cadáver de animal en el monte.

Y Luis hablaba del águila Harrys, o rapax o estepario; y distinguía el vuelo de un cernícalo o el frenético aleteo de un cárabo. Búhos, halcones, hurones o linces formaban parte de sus conversaciones más repetidas.

Y jugaba a jugar con aquellos pájaros, a enseñarles a que le obedecieran, eso sí, con un premio cada vez que lo hacían.

Había que vivir. Pasó por los talleres de La Crónica, conoció a Magdalena, le enseñó a distinguir a los pájaros y a admirarlos. También ella incorporó a los Harrys a sus conversaciones y jugaban a jugar con ellos, a dejar impresionados a los amigos... Y Magdalena pensó si no sería mejor dedicarse a aquello que tanto les apasionaba.

Y les apasiona cada día más. Y acuden a ferias y jornadas de cetrería, disfrutan, llevan sus animales a algún rodaje, logran que un águila deposite en la bandeja de una boda las arras que se van a entregar los novios. 

Pero al final del juego, después de la exhibición, nunca falta una caricia, un beso o el trozo de carne del premio.

Que un trato es un trato y estos animales son gente muy seria.

No hay comentarios: