1 de noviembre de 2014

Vigilancia del fuego en los montes de León


León cuenta con 32 escuchas de incendios en las 18 torres de vigilancia.

 
 Diario de León - ANA GAITERO | BOÑAR/GARRAFE DE TORÍO 
Son el primer eslabón del operativo de incendios y su trabajo es crucial para detectar pronto un incendio y atajarlo con rapidez.
Son escuchas de incendios y su misión es «mirar». Carlos Estévez lleva 22 años en el mismo puesto en Pico Cueto (Boñar). A 1.600 metros de altitud vigila el monte desde la torre de vigilancia elevada sobre las rocas. Un mar de pinos de repoblación se extiende a sus pies. Desde el puesto divisa el valle del Porma, el pantano y los Picos de Europa al norte y el valle de las Arrimadas al mediodía. En los días de buena visibilidad, hasta los montes del Bierzo y el Teleno. Ha perdido la cuenta del número de avisos de incendios. Mirar es su trabajo de abril a octubre. Empezó en las brigadas de incendios aerotransportadas y desde que se quedó de escucha no ha querido cambiar de puesto.
Ana María Rodríguez hace el mismo trabajo en la torre de vigilancia situada entre Manzaneda de Torío y Campohermoso, un puesto de madera elevado unos siete metros sobre el terreno para dominar a vista de pájaro las miles de hectáreas de pinos que lo rodean. La ‘casita’ tiene unos nueve metros cuadrados y la terraza perimetral de observación. Si se mueve del puesto tiene que avisar al centro de control de incendios de León. Es ingeniera técnica forestal y licenciada en Ciencias Ambientales. «Aunque leas o hagas otra cosa tienes que estar pendiente de observar, no perder la conciencia de lo que estás haciendo. Leer dos páginas y parar», afirma. Trabaja tres meses al año y es interina. Carlos y Ana son dos de las 32 personas que trabajan en León en el primer eslabón de la lucha contra incendios.
Un puñado en el conjunto de 374 escuchas de incendios, tal es el nombre de la categoría laboral, distribuidos en la Comunidad en los 166 puestos de vigilancia destacados en las nueve provincias en puntos estratégicos de montes y bosques, según la Consejería de Fomento y Medio Ambiente.En la provincia de León, con más de un millón de hectáreas de masa arbolada, hay 18 torres, dos más que el año pasado, dos escuchas por puesto.
El verano ha sido muy tranquilo en las torres de Pico Cueto y La Candamia (Garrafe de Torío) y en la provincia en general. «Ha sido un buen verano, el tiempo ha acompañado», admite el jefe de incendios de la Junta en León, José Carlos García López.
No ha habido incendios graves. Desgraciadamente, el fuego que arrasó los montes del Teleno hace dos años puso el listón muy alto. Castrocontigo y Camposagrado son los últimos puestos de vigilancia abiertos en la provincia de León para vigilar el monte. Pico Cueto, de 1965, es uno de los más antiguos. Al lado del moderno puesto de mampostería, elevado sobre el suelo, con su cocina y su baño y la terraza perimetral, se conserva la caseta antigua con la fecha de su construcción.
Los escuchas tienen la misión de vigilar el monte, discernir las falsas alarmas, transmitir la información de forma concisa y clara, evaluar las alarmas, servir de enlace de comunicaciones y tomar datos meteorológicos para el cálculo de índices de peligro. «Es un trabajo que físicamente no mata a nadie», precisa, pero requiere capacidad de concentración y estabilidad emocional para pasar largas horas en soledad. Son diez horas diarias de trabajo en un reducido espacio, sobre todo para el personal destinado en casetas elevadas sobre el terreno.
«Es la parte más importante del operativo y quizá la menos valorada porque su trabajo no se ve», añade el jefe de León. «Están muy adiestrados. Son los primeros que lo detectan y te definen con precisión pasmosa dónde está el incendio», explica. Si la voz de aviso te la da un vecino es que el incendio ya está muy avanzado. El vigilante es capaz de dar las coordenadas para que las brigadas de extinción lleguen con la mayor rapidez al incendio y puedan atarcarlo de forma eficaz. Es importante conocer la zona, si no puede costar dos años aprender», matiza José Carlos García.
Escuchar la radio, hacer crucigramas, ejercicio o leer son algunas de las aficiones que cultivan en el puesto para no aburrirse. Se hacen la comida y en algunos casos duermen allí para evitar tener que desplazarse a diario a grandes distancias. En la Comunidad existen 24 puestos de vigilancia durante las 24 horas, pero ninguno en León salvo en casos de incendio que requiera su presencia nocturna. Antiguamente, los vigilantes se pasaban todo el verano en el puesto como los pastores trashumantes en los chozos de los puertos. Ahora las jornadas son de 3 días de trabajo y dos de descanso. El sistema está adaptado a la normativa laboral sobre descansos. Las vacaciones de los escuchas son para el invierno, aunque todos tienen que «buscarse la vida» con otros empleos temporales para completar los ingresos. En los últimos años se han incorporado algunas mujeres a través de la bolsa de trabajo. El 30% de la plantilla de escuchas en León es femenina. Las mujeres predominan en la bolsa de trabajo.
Carlos es un hombre de monte, vive en Boñar y está tan hecho a la soledad en Pico Cueto que extraña la presencia de gente. No se le escapa ni el vuelo de un pájaro. «El mundo desde aquí se ve de otra manera, todo parece más cerca», comenta. Ana es de ciudad, ponferradina, pero no tuvo problemas en adaptarse al puesto. Le acompaña en el largo verano su perro Argos y un enjambre de abejas que trabajan sin tregua en un hueco de la caseta. «Como no soy alérgica no me preocupa, están bien ahí», comenta.
A diario, al llegar al puesto dan parte del estado al puesto de mando a través de la emisora que es su medio de comunicación. En un cuaderno anotan todas las incidencias del día, así como datos atmosféricos. Carlos tiene debajo de su agenda un mapa detallado de la zona muy desgastado. Desde el pico Cueto ha trazado líneas que le han guiado para dar indicaciones a las brigadas. En sus 22 temporadas de incendios, ha vivido de todo. Un rayo quemó un día la vieja caseta y se salvó porque decidió marcharse a tiempo. Lo más triste, el incendio de Pardomino que fue pasto de las llamas en 1998.
Para Ana, el incendio más grave fue uno que se desató en Fontanos. «Se vio pronto y llegaron rápido así que no fue grande», explica apuntando al ‘quemao’. Está en una zona tranquila. «En el Bierzo y en La Cabrera se quema, aquí la gente de los pueblos tiene otras costumbres y no suele prender», apunta.
Los fuegos accidentales suponen entre el 5 y el 7% del total. El resto son provocados. La cultura del fuego, apunta el jefe del operativo en León, está muy arraigada en una provincia que ha labrado sus montes «a base de diente y cerilla». Las costumbres agroganaderas está en al ADN cultural. «Es importante que la gente note que los montes son productores y les beneficia para proteger el monte», precisa García.
Las nuevas tecnologías no han desplazado aún a la profesión de escucha de incendios como les ha pasado a los fareros en las costas. «Se están poniendo en marcha sistemas automáticos, como cámaras detectoras de humo pero todavía no discriminan. Aquí nos estarían dando avisos falsos constantes con la voladura de la cantera o el humo de la térmica», explica. Los sistemas infrarrojos detectan calor y no humo. Así que tampoco son eficaces. Las personas son, hoy por hoy, indispensables en la lucha contra el fuego. Para no provocarlo y para detectarlo con rapidez.

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